Psico-oncología y Psicoterapia

Jennifer Middleton, Psicóloga Clínica
Psico-oncóloga

Jens Bücher, Ingeniero Comercial
Fellow, American Institute of Stress

Para atención psico-oncológica:
por favor solicite una cita llamando
al celular o al whatsapp +56 993 378 885
o si usted prefiere escriba un email a Jennifer Middleton

Ofrecemos una amplia gama de servicios psico-oncológicos:

- atención a personas afectas a un cáncer
- apoyo a familiares significativos de un paciente con cáncer
- atención a niños afectos a un cáncer
- apoyo a padres de niños con cáncer
- atenciones específicas según necesidades culturales, religiosas, de tercera edad, etc
- ayuda en recuperación y sobrevivencia, duelo, adaptación, familia, escuela, lugar de trabajo
- prevención y cuidados
- asesoría en bioética
- enfrentamiento del stress
- cambio de estilo de vida
- otros (yoga, meditación, visitas)

Volver arriba

---    Home   ---


Psico-oncología en el CDP Bücher y Middleton Ltda

Jens Bücher, Ing.Com.
Fellow, American Institute of Stress

Para atención psico-oncológica:
por favor solicite una hora en nuestras oficinas.

Jennifer Middleton ha intervenido como psicóloga desde el año 1979 en el tratamiento de personas con cáncer. En el año 1988 se sumó a estas intervenciones Jens Bücher desde una óptica que buscaba integrar psicología occidental con fundamentos teóricos y práctica de medicina china. Trece años más tarde, en el año 2001, dictan por primera vez en Chile - desde las aulas del CDP - y en Argentina - desde las aulas de la Universidad del Aconcagua, en Mendoza - el Curso de Estudios Superiores en Psico-oncología, de dos años de duración. Este Curso contó con la colaboración de destacados profesionales de la salud chilenos, argentinos y estadounidenses, y fue uno de los primeros a nivel latino-americano vistas su amplitud académica y profundidad experiencial. El Curso se volvió a dar en años posteriores.

El cáncer es una enfermedad de la edad avanzada, reza el proverbio. De hecho en países desarrollados se observaba el 80% de todos los cánceres en la población de más de 65 años. Pero esto está cambiando, desgraciadamente. Hay cada vez más cáncer en personas más jóvenes. Sostenemos que la edad medida en cantidad de años no es un buen criterio de evaluación. El cáncer probablemente no ha cambiado. Lo que probablemente sí ha cambiado es el nivel de exposición de nuestra vitalidad a más riesgos oncológicos y con ello a más stress celular, de tejidos y órganos, y por supuesto, a más stress existencial. Vitalmente, biológicamente, envejecemos antes.

¿Qué proponemos para evitar o eventualmente salir de un encuentro con el cáncer? Proponemos - entre otras cosas - enfrentar los factores de stress, tanto de nuestra biología como de nuestra existencia, de una manera más eficaz y sana.

Desde hace 6 décadas que se sabe en el mundo occidental (H.Selye) una verdad avanzada más de dos mil años atrás por los médicos chinos:
- la vitalidad es una energía única para cada persona, no es renovable sino sólo optimizable a su mayor potencial biológico posible;
- el stress disminuye esta vitalidad única, la desgasta, la consume.

A más stress vida más corta. Esta verdad cobra dimensiones más peligrosas a nivel celular, puesto que por la llamada respuesta SOS la célula estresada, antes de suicidarse (apoptosis), trata de adaptarse genéticamente a sus estresores, es decir, altera su genética.

Las células se estresan cuando se altera el medio en que están acostumbradas a vivir. Esta alteración puede ser ocasionada por una deficiencia de nutrientes, por ejemplo, falta de oxígeno o de agua, por un exceso de nutrientes, o por un exceso de otros factores: energéticos (radiaciones, campos electomagnéticos), tóxicos (elementos químicos), biológicos externos (virus, bacterias) o internos (subproductos del stress, acidez, evacuación). La célula sujeta a stress se esfuerza en primera instancia para adaptarse a las nuevas condiciones y prevalecer; si este esfuerzo es insuficiente entra en la mencionada reacción SOS: altera su programación genética (en rigor: sus conductas epigenéticas) y abre las puertas tanto a adaptaciones posiblemente adecuadas como a soluciones aberrantes (cáncer).

Cuando una célula entra en reacción SOS y altera sus conducta genética estamos en peligro: aunque la mayoría de las células nuevas nacidas de esta mutación genética son biológicamente irrelevantes - no son viables, crecen mal, no se reproducen, enferman, mueren - las posibilidades de creación de células cancerígenas ha aumentado.

El sistema inmune detecta células anómalas y las destruye. Esto generalmente es verdad en personas jóvenes, no estresadas. Personas cuya vitalidad está desgastada y disminuida por un stress fuerte o prolongado tienen un sistema inmune debilitado, el cual no siempre funciona como debiese.

La célula no detectada por el sistema inmune comienza a reproducirse sin fin. Unas décadas más tarde la persona se detectará un tumor (de cientos de millones de células).

Desde el punto de vista de la medicina china un tumor se origina como resultado de un estancamiento de la energía vital (por tensión o frío) en una persona probablemente ya debilitada: la vitalidad disminuida pierde sus equilibrios dinámicos, su coherencia funcional, y los puntos ahora con exceso de energía yang promueven el crecimiento neoplásico.

Las elecciones existenciales de una persona propensa al cáncer - según estudios que hicimos años atrás en pacientes del CDP - dicen algo similar: evitan estimulaciones fuertes (por debilidad y consiguiente temor) y se repliegan en una estrategia existencial defensiva y tensa (stress), lo que predispone a un cáncer - nuevamente, según innumerables investigaciones a nivel mundial.

Desde el punto de vista de la biología basada en la física moderna (Fritz Albert Popp et al) el cáncer es el resultado de la pérdida de coherencia de la energía bio-electromagnética que regula los procesos biológicos. La comunicación lumínica (biofotones), a partir del ADN de cada célula, deja de transportar la información correcta. La pérdida de coherencia se expresa como eventos cuánticos - ahora azarosos, disregulados - incapaces de mantener la funcionalidad genética en cauces normales. Se postula que esta incoherencia tiene sus raíces en múltiples, complejas y prolongadas instancias estresoras a nivel micro y macrobiológico.

Algo similar - instancias estresoras múltiples, complejas y prolongadas, especialmente de origen tóxico - se postula respecto a la disregulación del sistema base (acidificación de la matrix) del individuo como preámbulo del cáncer, y en especial la vulnerabilidad a nivel de tejidos (véase A.Pischinger, H.Heine et al).

Sabemos lo que altera a un individuo, lo que altera una célula, sabemos lo que lleva a las células a reacciones de mutación genética. Sabemos que con nuestra conducta podemos influir en estos procesos de alteración (para bien y para mal). Sabemos que la naturaleza tiene una capacidad de resiliencia milagrosamente eficaz, si le damos la posibilidad. Al poner estos conocimientos al servicio de nuestra biología podemos contribuir a que esto ocurra.

Los servicios psico-oncológicos ofrecidos por el CDP se basan en lo anterior, y abarcan desde un sano enfrentamiento del stress ocasionado por el diagnóstico y los tratamientos oncológicos en boga hasta el sano enfrentamiento del stress de la vida en general, desde estrategias y prácticas de vida más sanas en todo orden de cosas - integración emotiva, autonomía, sentido de vida - hasta asuntos de alimentación, de detoxificación, de atención a necesidades corporales, y otros.

Para ayudar a las personas cercanas a un cáncer, y teniendo en cuenta lo recién expresado, desarrollamos un conjunto de actividades enmarcadas dentro del concepto cambios de estilo de vida.

Acompañamos a la persona a enfrentar su sufrimiento en medio de la incertidumbre. Estamos con ella y sus familiares. Ayudamos a los niños a enfrentar lo que viven. Si usted cree que le podemos ser útiles antes, durante o después de un cáncer, concerte una cita psicoterapéutica con:

Jennifer Middleton, Psic.Clínica, Psicooncóloga, o
Leonor Carrera, Psic.Clínica, Psicooncóloga


Volver arriba

---    Home   ---


Psico-oncología reactiva
Psico-oncología proactiva

Jens Bücher, Ing.Com.
Fellow, American Institute of Stress


La psico-oncología reactiva abarca los campos tradicionalmente asociados al trabajo del psico-oncólogo: acompañamiento durante las intervenciones médicas, preparación para intervenciones específicas, apoyo terapéutico, humano, moral y emotivo durante el período sujeto a estas intervenciones médicas, sesiones familiares, asesoría al acompañante más cercano, sesiones de duelo, acompañamiento a niños y dependientes, y un largo etcétera. Es una psico-oncología que responde a un diagnóstico médico de un (posible) cáncer, y por tanto es reactiva a esta realidad.

La psico-oncología proactiva es independiente de esa realidad en muchos sentidos. Abarca los campos de la psico-oncología reactiva también, pero su foco está puesto en la vitalidad de la persona y en los factores de riesgo (de cáncer) que llevaron al debilitamiento de esta vitalidad. Subyace a esta focalización en la vitalidad y en los factores de riesgo el hecho que la curación particular de tumores (y anomalías similares) no corrige lo más importante: no corrige los procesos que llevaron al cambio genético que dio origen al cáncer. La meta de la psico-oncología proactiva es fortalecer la vitalidad y ayudar a eliminar o disminuir las fuerzas que llevaron al cambio genético. Vale decir, la meta es no sólo ayudar a curar el efecto (tumor) de la disfunción (alteración genética), sino ayudar a devolver esta disfunción hacia la normalidad, a transformarla en una función normal, es decir, a restituir la salud.

Los factores de riesgo son todos factores que disminuyen o bloquean la vitalidad disponible: campos electro-magnéticos, agentes químicos y físicos determinados, presencia de ciertos virus, dotación genética heredada tendiente a disfunción o debilidad, disposición inapropiada de actitudes y acciones heredada de la familia durante la infancia, acciones y actitudes personales biológicamente contradictorias desarrolladas más tarde, alimentación inadecuada, falta de descanso, falta de ejercicio, prioridades existenciales depredadoras de los recursos biológicos disponibles, enfrentamiento inadecuado del stress y de acontecimientos estresores, falta de asertividad, bloqueo de emociones, postergación del desarrollo de los potenciales personales, falta de sentido de vida, y otros.

En las personas que han contrariado un pronóstico fatal de su cáncer ("te queda tanto tiempo de vida") y siguen viviendo años y décadas después hemos visto una y otra vez la restitución de su vitalidad como motor fundamental de su sanación. Los casos más famosos a nivel mundial son los de Greg Anderson y de Ian Gawler. Y lo vemos en las personas que acuden a nuestro Centro: aquellas que restituyen su vitalidad a su nivel más alto posible tienden a evidenciar una vuelta a la salud, algo que otros llaman equívocamente una "remisión espontánea" o "casos esporádicos".

Optimizar la vitalidad y alejar los factores de riesgo es una tarea grande y fuerte. Equivale a una suma de muchos esfuerzos, pequeños y grandes, que en su conjunto restituyen progresivamente los equilibrios dinámicos propios de la vida. Este es el tema la psico-oncología proactiva.


Volver arriba

---    Home   ---


Para ti, que me quieres cuidar bien

Jennifer Middleton – Psicóloga Clínica, Psico-oncóloga

Las personas que están enfermas se sienten a menudo frágiles, débiles y, con frecuencia, solas y aisladas. En su empeño de no crear problemas, de no molestar, de no asustar, reprimen lo que sienten y tratan de “no pedir”, y “no decir lo que les molesta”. A veces no es suficiente con ser generosos y compasivos, todos queremos que la persona que está enferma se sienta lo mejor posible dentro de sus circunstancias y eso requiere saber lo que necesita y lo que no necesita. Aunque no existen reglas y cada enfermo es una persona única, hay ciertas cosas que hemos observado que pueden ayudar y que refuerzan una buena comunicación.

De nuestras lecturas, talleres y relación permanente con nuestros pacientes podemos entregar un resumen de lo que puede ayudar a que la persona querida que está viviendo una enfermedad, se sienta más acompañada, apoyada y comprendida.

1.- La persona enferma, más que nadie, necesita ser escuchada y entendida. Podemos cometer errores, pero lo que no podemos hacer es alejarnos por miedo a decir o hacer algo inadecuado. Escuchar, con todos los sentidos, no sólo con los oídos. Dar tiempo suficiente para comprender lo que esa persona quiere transmitirnos. Escuchar, escuchar, escuchar.

2.- La persona enferma necesita sentir que estamos con él (o ella) y que si no lo estamos, por qué nos hemos alejado. Con frecuencia los enfermos sienten que después de la primera visita los amigos y familiares desaparecen, visitan cada vez con menos frecuencia, llaman menos, etc. Sabemos que esto tiene que ver con el miedo a no saber actuar en forma adecuada, pero lo peor para el enfermo es sentirse abandonado y no entender por qué. Como me decía una paciente: “Me encanta saber que estás cuando te necesito”, eso es válido para el terapeuta, pero también para la familia y los amigos.

3.- Cuando se recibe un diagnóstico de una enfermedad como el cáncer o similar, las personas están muy vulnerables y sobretodo están muy asustadas, aterrorizadas. La persona se siente perdida, se distorsiona la realidad y su capacidad de juicio resulta afectada. Esta persona necesita ser cuidada, sentir que puede confiar, que se “puede dejar caer”. Se presenta una regresión emocional, un “volver a ser niños” necesitados de cuidados. Todo asusta, hasta una inocente pregunta como “¿cómo te sientes hoy?” Esta persona necesita apoyo emocional profundo, presencia y una actitud generosa y compasiva, además de infinita paciencia. Miedo a la muerte, miedo a los tratamientos, miedo a sentirse solo(a), miedo a ser discriminado(a), etc. Todos los miedos se hacen presentes. Lo único que podemos hacer frente a esto es acoger los miedos con empatía y amor, estar presentes, no negar la realidad, pero no exagerarla tampoco.

4.- Los enfermos necesitan escuchar historias de otras personas que se han mejorado, que han logrado salir con éxito de la enfermedad. Si embargo, existe la tendencia a contar historias de horrores y terrores, los que se murieron, los que quedaron tan mal, etc. Esto el enfermo no lo necesita y no le sirve para nada, sólo para asustarlo más.

5.- Es necesario respetar los deseos de la persona que está enferma y solicitar su permiso sin atropellarla. Solicitar su permiso para llevarla a un médico, para contarle alguna mala noticia, para comprarle algo, para recibir visitas, etc. Que la persona esté enferma no significa que no tiene preferencias y deseos, por lo que no es necesario tratarla como a un niño que no sabe tomar decisiones.

6.- Es diferente “tener cáncer” que “ser un enfermo de cáncer”. Tener una enfermedad es una circunstancia pero no es una condición permanente. Es importante hacer esta distinción y saber tratar a los enfermos como que en este momento tienen una enfermedad, pero no que son la enfermedad. No tratarlos como personas diferentes.

7.- A veces la risa y el humor pueden ser muy sanadores. El paciente necesita olvidar que está enfermo y hacer cosas normales, ser parte del mundo, participar de actividades en la medida que tenga ganas. Es importante no marginarlo y dejarlo de lado. Ver películas divertidas, contar anécdotas chistosas, reírse con ganas, puede ser más sanador que un medicamento. Las endorfinas hacen milagros.

8.- El enfermo necesita ser respetado en su espacio físico, temporal y psicológico. Necesita su privacidad y que su intimidad sea respetada. Necesita ser tocado (siempre que no le moleste, para saber si es lo adecuado, pregúntele). Necesita sentir presencia y saber explícitamente que no es un estorbo o una molestia, necesita ser “regaloneado”, acompañado. Necesita ser considerado parte del grupo familiar, no sentirse exigido, ser parte del mundo y de lo que en el mundo ocurre. Pero sobretodo necesita sentirse persona, no alguien extraño y diferente.

9.- “Piensa positivo” puede ser una frase que hiere y enrabia. Las emociones son nuestra brújula y si hoy la persona está pesimista no le ayudamos diciendo “piensa positivo”, al contrario, anulamos y negamos sus emociones. Hay que dar espacio a que sienta lo que siente, pero no ordenarle que sienta o piense de otra forma. Esto no ayuda.

10.- El paciente necesita tomar sus propias decisiones respecto a sus tratamientos, etc. y sentir que éstas son respetadas. Necesita sentir que se confía en su juicio y que se le considera capaz para hacer lo correcto y lo necesario frente a su enfermedad y su recuperación.

11.- A veces los pacientes eligen estar solos porque lo necesitan. Eligen no devolver las llamadas o no contestar un email, porque no tienen energías, porque quieren la soledad o porque no saben qué decir. El respetar esta decisión es parte del cariño y la aceptación, como también el estar disponibles para cuando esta persona sí quiera comunicarse.

12.- Ser compasivo con alguien es distinto que sentir lástima. Ser compasivo significa entender su sufrimiento y comprender su dolor, acompañarlo, desde un lugar común. Sentir lástima es despectivo, es mirar hacia abajo. Las personas enfermas necesitan nuestra actitud compasiva, pero no que sintamos lástima por ellas.

13.- El estado de ánimo de los pacientes cambia constantemente y además hay una tormenta de sentimientos en su interior que a veces hace que reaccionen en forma brusca o desagradable. Es necesario tener en cuenta que la rabia no necesariamente está personalizada (hacia una persona determinada), sino que están más irritables o sensibles debido a lo que les está tocando vivir. La tolerancia hace la convivencia más fácil.

14.- Meditar juntos, rezar juntos o simplemente escuchar música juntos, produce un acercamiento íntimo que es sanador. El silencio a veces ayuda, la compañía silenciosa y compasiva, respetando la cadena de pensamientos de la otra persona sin interrumpir. Simplemente estando y compartiendo.

15.- La persona enferma necesita expresar lo que siete sin ser juzgada, ni desmentida. Los sentimientos no son ni buenos ni malos, sólo son sentimientos, todos válidos e importantes. Cuando la persona expresa su miedo a morir, no podemos decir “no hables tonteras, tú no te vas a morir” o “no te pongas negativo”. Es lo que la persona siente y es importante acogerlo y acompañarlo con empatía. Si quiere llorar, que lo haga, si tiene rabia, que la exprese, etc.

16.- Fomentar la esperanza es otro regalo que podemos hacer a alguien que está viviendo la enfermedad. No se trata de “falsas” esperanzas. Cada ser es único y los pronósticos médicos son estadísticos, por lo que no se refieren a este determinado individuo. He conocido a muchas personas con pésimos pronósticos que salen de la enfermedad y viven vidas normales a pesar de los oscuros presagios. Pero esto significa que hay que fomentar la esperanza. Tenerla presente y trabajar para la sanación, no sólo el paciente, sino todos los cercanos. Hacer planes a corto, mediano y largo plazo, vivir con proyectos, con osadía para enfrentar el futuro y salir de la enfermedad. Si el paciente siente este ambiente a su alrededor, también va a trabajar para ello.

17.- Es responsabilidad del que cuida el saber cuidarse. A veces la enfermedad del ser querido será larga y cansadora, y hay que saber renovar energías para estar en las mejores condiciones físicas y emocionales para cuidar. Para eso hay que saber pedir ayuda, hacer turnos, descansar, meditar, divertirse, expresarse, dormir y comer bien, darse espacios sin responsabilidades, etc. No se trata de autosacrificio y autoinmolación, porque si esto ocurre van a haber dos enfermos en la familia en vez de uno.

Bibliografía:

Thich Nhat Hanh: “The Art of Communicating”
Lori Hope: “Help me live, 20 things people with cancer want you to know”
Pema Chödrön: “ When Things fall apart”
Jennifer Middleton: “Yo (no) quiero tener cáncer”
Lawrence LeShan: “Cancer as a turning point”


Volver arriba

Home


El lugar existencial del paciente oncológico
Jennifer Middleton, Psic.Clínica, Psico-oncóloga

“Los que sufren no son los cuerpos; son las personas”.
Eric Cassell

“Estar enfermo es sentirse amenazado por la invalidez,
el malestar, el aislamiento, la succión por el cuerpo y
el miedo a la proximidad de la muerte”.
Pedro Laín Entralgo

Durante más de 30 años acompañando a pacientes con cáncer en sus procesos de recuperación y cercanía a la muerte, he tratado de aprender las lecciones de sus experiencias, de sus miedos, dolores e incertidumbres y la forma como nosotros, como profesionales psicooncológicos, podemos ayudar en este difícil proceso.

La sensación de soledad, de desamparo, de incomprensión, están generalmente presentes. La lectura de “La muerte de Iván Ilich” de Leon Tolstoi, nos permite comprender hasta qué punto estos sentimientos son parte de la cotidianidad del enfermo y la desolación que pervade su existencia, resultándole a veces imposible compartir su dolor.

Relata Tolstoi : “Bajó los pies, se acostó de lado, sobre el brazo y sintió lástima de sí mismo. Esperó sólo a que Guerásim saliera a la habitación contigua y no se contuvo más: se puso a llorar como un niño. Lloró por su impotencia, por su terrible soledad, por la crueldad de las personas, por la crueldad de Dios, por la ausencia de Dios”. (1)

El aislamiento en el que está sumido muchas veces el paciente resulta incomprensible para los que están en su entorno quienes tratan de hacer todo lo posible por acompañarlo y entenderlo. Sin embargo, los muros que construye a su alrededor son a veces difíciles de traspasar, y dejan a la familia con una tremenda sensación de impotencia.

Como en toda situación extrema, hay pacientes que niegan lo que sienten porque sus recursos psicológicos del momento no les permiten aceptar el dolor que estos sentimientos les generan. Aparecen ante el mundo como tranquilos, racionalmente a cargo, confiados. Es posible que a veces esto sea una realidad, pero a menudo detrás de esta pantalla se oculta el miedo y la incertidumbre.

A diferencia de lo que ocurre con otras enfermedades crónicas, el paciente de cáncer se siente estigmatizado y discriminado. Algo así como: “el mundo allá y yo acá”. Se siente identificado con la enfermedad y confunde el “tengo cáncer” con “soy el cáncer”.

Este es el testimonio de una de las personas que atiendo por cáncer en este momento y su respuesta al pedirle que me describa sus sentimientos:
"Miedo: inseguridad, falta de protección, inestabilidad y debilidad para enfrentar la vida misma."
"Rabia: abuso, injusticia, el que las cosas no resultasen como yo lo esperaba, pérdida de la libertad y autonomía."
"Tristeza: pérdida de lo que se había construído, pérdida de "derechos", el no haber disfrutado con plenitud lo que tuve."
"Soledad: el enfrentar cara a cara la adversidad en su forma extrema". 

Los pacientes no sólo tienen que convivir con la enfermedad, sino también con las numerosas secuelas de los tratamientos que contribuyen a la estigmatización: las mutilaciones, la pérdida del cabello, las disfunciones, el aspecto demacrado, la delgadez, la debilidad, las quemaduras de las radiaciones, son señales inconfundibles que le hacen sentir diferente y formando parte de un submundo que corresponde “al mundo del paciente con cáncer”. Cuando la persona toma conciencia de lo que está viviendo y de las emociones que esta situación le generan, a menudo comienza a preguntarse si la lucha contra la enfermedad, con el tremendo desgaste que significa, tiene realmente sentido. Este es un diálogo consigo mismo que raras veces comparte para no sentirse juzgado por el entorno.

La respuesta a esta interrogante está en estrecha relación con el sentido que la persona ha dado a su vida, la riqueza existencial que ha disfrutado o la falta de ella, la calidad de vida que percibe tendrá en el futuro y los lazos afectivos que ha construido y mantenido en el tiempo.

La persona navega en este mundo de interrogantes y dudas, de dolores y soledades, pero los familiares y amigos no logran comprender su sentir. No entienden, no comparten, juzgan y presionan. Muchas veces también se niegan a ver la realidad.

No aceptan el aislamiento que el paciente necesita y con frecuencia quieren empujarlo a una “vida normal”, como resultado de su propia necesidad de no verlo tan enfermo.

Muchas veces son las secuelas de los tratamientos más que la propia enfermedad lo que producen reacciones como las mencionadas, pero el paciente las confunde y no sabe qué es consecuencia de qué; sólo percibe, que “los otros” tienen energías, continúan con sus vidas, parecen no comprenderlo y le trasmiten su impaciencia y apuro por verlo sano lo antes posible, lo que se transforma en presión y altos niveles de estrés.

Los familiares y amigos insisten en que pruebe otros tratamientos, lo que es positivo dados los bajos índices de curación de los tratamientos alopáticos en algunos tipos de cáncer, pero llevado a un extremo esto puede resultar en lo que hemos llamado “estrés de sanación”. Este se caracteriza por una ansiedad de probar cualquier tratamiento, sea serio o no, lo que hace que el paciente no descanse, no se relaje y corra de un lugar a otro en una búsqueda incesante para encontrar una solución definitiva a su enfermedad.

En este contexto, la familia y, en especial el cuidador directo, también necesita ayuda para comprender el significado existencial que la enfermedad tiene para la persona que la padece. El psicooncólogo puede aquí cumplir el rol de mediador, de “puente” entre el paciente y su entorno. Por otra parte, con frecuencia todos se preocupan del enfermo y entregan pocos recursos al cuidador para enfrentar esta realidad; sin ellos, se corre el riesgo que el cuidador también enferme, lo que sucede con frecuencia.

Existe una realidad innegable e impactante y de la cual el terapeuta debe hacerse cargo como primera prioridad: el paciente está aterrorizado.

El cáncer es una amenaza a la identidad, a la belleza, a la sexualidad: a la integridad y a la vida.

Representa miedo al futuro relacionado con los cambios de roles, la dependencia, los tratamientos, el dolor y la posible expansión de la enfermedad. Al ser una enfermedad crónica, este miedo estará presente toda la vida.

Culturalmente el cáncer se asocia con muerte y el diagnóstico inicial desencadena en el paciente el terror a morir. Como además el tema de la muerte aún es tabú en nuestra sociedad, su miedo no es compartido y en lo profundo cree que el sólo hecho de hablarlo puede precipitar el final y hacer realidad sus temores; como un mito mágico de “si no hablo, evito que ocurra”.

Se suma a esto que algunos profesionales de la medicina a veces hacen uso de este miedo para justificar tratamientos y empujar al paciente a “acatar” la autoridad médica sin cuestionar, sin investigar y sin pedir otras opiniones; lo que aumenta el caos emocional porque la persona siente que perdió control y autonomía sobre los procesos que pueden llevarle a la recuperación o a la muerte.

Entonces nos encontramos con personas que siempre han estado a cargo de sus vidas y que ahora se convierten en entes pasivos sin opinión y sin capacidad de decisión, lo que aumenta una vez más la angustia y la desesperación; mientras esta persona no retome “las riendas” y la dirección de su vida seguirá sintiéndose aterrada y a la deriva y con menos posibilidades de sanarse.

En este contexto cabe señalar la importancia de los principios de la bioética basados en el hecho de que es la autonomía del paciente la que debe prevalecer y no la imposición de los criterios del médico.

En suma, es una enfermedad que se asocia con la muerte, inmoviliza y detiene la vida, provoca una desorganización en todas las áreas existenciales de la persona: biológica, emocional, cognitiva, espiritual , familiar, laboral y social.

Como dice Francis Peabody: “Cuando hablamos de un cuadro clínico no nos referimos a la fotografía de un hombre enfermo en cama, sino a la pintura impresionista de un paciente en el entorno de su casa, con su trabajo, las relaciones con sus amigos, sus alegrías, sus preocupaciones, esperanzas y miedos”. (citado por Bayés) (2)

En este caos emotivo, la persona necesita sentir que el terapeuta entiende, comprende y empatiza. No juzga, no critica; tampoco el consuelo es convincente en esta etapa, sólo lo es la sensación de ser acogido y comprendido en la desesperación. En este sentido el rol del terapeuta psicooncólogo es crucial y puede ser de gran ayuda para que el paciente baje las defensas, salga de la parálisis que el temor provoca y empiece a intervenir autónomamente en su curación.

Por otra parte, el participar en terapias grupales con otras personas que están viviendo su experiencia, donde le es posible compartir sus vivencias en un medio protegido, puede resultar altamente positivo para disminuir sus niveles de estrés y ansiedad.

La experiencia de saber que no es el único que vive este drama y que puede hablar libremente de él, ayuda a pasar a la próxima etapa de participación activa en su recuperación y no permanecer como víctima pasiva. La incertidumbre frente al futuro es un tema presente durante todo el proceso de enfermedad y permanece muchas veces para toda la vida. Cada vez que la persona tiene que someterse a controles médicos, se hará presente el miedo a la recurrencia y este sentimiento seguirá presente hasta que los controles arrojen un resultado negativo, para luego reaparecer previo a la próxima evaluación.

Para el enfermo oncológico, los tiempos son relativos, frente a los controles, los proyectos, lo que queda de la vida.

W. James (1890) citado por Bayés, distinguía entre el tiempo objetivo y subjetivo; “el tiempo que cuenta en la vida es el subjetivo, de variable duración en cada individuo”. (2)

Así también Bender et al (1996) también citado por Bayés agrega: “la depresión / desesperanza, además de dilatar el tiempo subjetivo, pueden tener efectos negativos sobre el curso de la enfermedad, con posible empeoramiento del pronóstico”. (3)

Es una enfermedad frente a la cual muchas veces la persona siente que no tiene ningún control.

Este es el lugar donde el tratamiento psicooncológico puede hacer mucho más que apoyar. Lo que hemos llamado “psicooncología reactiva” entrega apoyo pre y post diagnóstico, soporte emocional al paciente, familia y equipo de salud, psicoprofilaxis de los tratamientos, manejo del dolor y mutilaciones y asistencia en cuidados paliativos.

Por otra parte, la psicooncología proactiva (término acuñado por Jens Bücher en el Centro de Desarrollo de la Persona, www.persona.cl) interviene en la recuperación de la vitalidad, ayuda al paciente en el enfrentamiento y manejo del estrés y promueve estilos de vida sanos.

Devuelve al paciente la posibilidad de ser parte activa en los procesos de recuperación y no ser un mero espectador de su enfermedad, lo que afecta positivamente el estado anímico de la persona, quien siente que frente al miedo y la incertidumbre puede actuar, decidir y trabajar en forma activa.

¿De qué manera podemos como profesionales psicooncólogos colaborar con esta persona a intervenir en su recuperación?

Podríamos resumir nuestro trabajo como: desarrollar la capacidad de ser leal consigo mismo y nuestra esencia bajo cualquier circunstancia.

Esto, dicho en una forma tan simple, implica con frecuencia una transformación de vida. A menudo la persona ha vivido sin consideraciones consigo misma y demasiadas consideraciones con su entorno.

Nuestra sociedad nos presiona a llevar estilos de vida que van en contra de nuestra salud y nuestra esencia, a respetar más los postulados sociales y culturales por sobre nuestras necesidades fundamentales, a atropellar nuestro íntimo modo de ser en beneficio de logros y prestigio social.

Si la persona aprende a respetarse, valorarse, autoexpresarse y ser autónoma, tendrá más posibilidades de recuperación que si no lo hace.

Como dice José Schavelzon (médico de profesión) “la problemática de un paciente de cáncer es demasiado compleja para ser sólo un tema médico”. (7)

Un equipo interdisciplinario liderado por el propio paciente y donde todos los demás del equipo están integradamente ayudándole en este proceso, es la forma más adecuada para promover la recuperación.

Hoy existen pruebas concluyentes en la literatura científica de cómo los estilos de vida influyen en la presentación y curso de la enfermedad, siendo responsables por la mayoría de los casos de cáncer ya que sólo el 12 % (o menos, según otras investigaciones) se debe a causas hereditarias (8).

Por ejemplo, Dean Ornish y colaboradores realizaron un estudio con 30 pacientes de cáncer de próstata que se negaron a tratamientos convencionales. Durante 90 días se sometieron a cambios de estilo de vida que incluía: alimentación, ejercicio, yoga y meditación, visualización (manejo de estrés) y grupos de apoyo. Se examinó el tejido prostático antes y después a través de biopsias.

Los resultados mostraron una disminución en la expresión de oncogenes y un aumento en la expresión de genes supresores al cabo de los 90 días. (mayor información: www.pnas.org/content/105/24/8369.full). (8)

Siendo esto así, hay mucho que el paciente puede hacer por su mejoría. Si algunos elementos le afectaron negativamente el revertirlos incidirá en la recuperación.

No se trata de culpabilizarse sino de responsabilizarse, conceptos que a menudo tienden a confundirse.

El recibir solamente un tratamiento médico, ya sea alopático o complementario, deja muchos aspectos de la persona expuestos y sin tratamiento.

Si aceptamos que somos una integración bio-psico-social, donde todos los aspectos de la persona se han visto afectados por la enfermedad, el revertirla exige el tratamiento de la persona total, no sólo de partes.

Hoy se presenta como obsoleto hablar de conexión mente-cuerpo, ya que al enunciarlo de esta forma estamos aceptando la existencia de dos entidades separadas que hay que conectar: la mente y el cuerpo.

Sabemos gracias a la psico-neuro-inmuno-endocrinología que los procesos son complejos, que no existen los límites entre una entidad y otra y que el organismo se ve afectado en todos los niveles cuando se realiza cualquier acción, sea ésta de orden biológico, emocional, químico, físico, social, o espiritual.

Gracias a esta ciencia podemos conocer en forma científica e irrefutable el modus operandi de muchos procesos antes desconocidos. Que los conocimientos que esta ciencia aporta no sean estudiados e incorporados a los procesos de salud / enfermedad constituye un acto de irresponsabilidad científica difícil de comprender.

Al terminar los tratamientos médicos, la persona se plantea:
¿Estoy sano?
¿Por cuánto tiempo?
¿Ahora cómo vivo con todo lo que esto ha significado?

El final del tratamiento y la reinserción en la vida familiar, laboral y social marca el comienzo de un nuevo e inesperado desafío: adaptarse a la vida después del cáncer.

Es importante tener en cuenta algo que, tanto los médicos como los pacientes y familiares suelen no tener en cuenta: el “alta” médica no coincide con el “alta” psicológica.

Aunque el paciente haya terminado con tratamientos y reconstrucciones (mamaria u otra), esto no significa que emocionalmente esté listo para reasumir sus roles, su trabajo y sus relaciones. Las secuelas psicológicas de todo lo vivido por la enfermedad y las secuelas físicas de la enfermedad y sus tratamientos han trastocado su forma de enfrentar la vida y necesitará tiempo, a veces meses, a veces años, para reasumir la normalidad de la vida, que muy probablemente nunca será la misma que antes.

Los efectos emocionales más frecuentes que estarán presentes tienen relación con el miedo a la recurrencia (una espada de Damocles presente sobre sus cabezas), la ansiedad por la falta de factores protectores que le han dado los tratamientos, la rabia y la pena (duelo) por las pérdidas, una sensación de vulnerabilidad siempre presente, la inseguridad, la incertidumbre y el tener que enfrentar frecuentemente situaciones que le recuerdan la enfermedad (prensa, clínica, médicos, otras personas con cáncer, etc.).

Por otra parte, las secuelas físicas de la enfermedad, serán un permanente recordatorio de lo vivido: autoimagen alterada (por cirugía u otra causa), los efectos negativos de los tratamientos que repercuten en la sexualidad, fertilidad, neuropatías, irritaciones crónicas, tos actínica, etc. y la fatiga: a la persona le costará recuperar su vitalidad y deberá ser infinitamente paciente consigo misma.

En el área de pareja y familiar, como consecuencia de la enfermedad ha existido una alteración del funcionamiento normal de la pareja y la familia. Ha sido necesaria una sustitución de roles y probablemente han surgido a causa de esto conflictos de autoridad. La pareja ha cumplido el rol de enfermero o enfermera, lo que ha afectado su rol de pareja.

Cabe mencionar además lo que se ha llamado “Síndrome de Lázaro” que se produce cuando el sistema familiar se ha preparado para la muerte del paciente y éste logra revertir la enfermedad. El paciente y la familia deben reencontrar su lugar.

Todo lo mencionado anteriormente implica, al término de la enfermedad, una nueva reestructuración del sistema y de los roles que cada integrante de la familia desempeña en él; lo que tomará tiempo y una nueva disposición a la reestructuración y al cambio.

En el área laboral el paciente deberá enfrentar muchas veces la discriminación por haber padecido la enfermedad y las consecuencias en el sistema previsional y de seguros por preexistencia de la enfermedad.

Por otra parte, el cáncer es una oportunidad para mirarse internamente, alterar el estilo de vida, reestructurar prioridades y redefinir la vida.

Sin embargo, para aprovechar realmente esta oportunidad la persona, la familia y el equipo interdisciplinario que los acompaña tiene que compartir esta visión y no ver la enfermedad como “la tragedia” que les tocó vivir sin la posibilidad de hacer cambios y esperando pasivamente que la recurrencia no aparezca.

Hay mucho que se puede hacer para prevenir la enfermedad y para transformar este lugar existencial en un cambio, una riqueza vital y una esperanza de una vida más profunda, y más plena.

En este transitar desde el diagnóstico del paciente a su redefinición de la vida o eventualmente la muerte, mi experiencia como terapeuta ha sufrido muchos cambios y mi propio lugar existencial frente al paciente ha sido mil veces removido.

Me he encontrado con personas que, tomando conciencia de los cambios que tendrán que hacer y sus consecuencias, han optado por no hacerlos con todo lo que esto significa. El proceso de acompañarlos hasta la muerte respetuosa y empáticamente, sin influir en sus decisiones, ha sido un gigantesco esfuerzo que me ha enseñado a aceptar mis limitaciones.

Por otra parte, existen personas con pronósticos muy negativos, con una sentencia de muerte a corto plazo, que se han negado a morir y que al recibir esta sentencia se han removido a tal punto que toman su vida en sus manos, como un desafío. Alteran sus convicciones, sus prioridades, su vida entera y salen adelante y están vivos después de 30 o más años. Estas personas me han enseñado lo que es la valentía y el amor a la vida.

Quiero citar a dos personas conocidas mundialmente y que han publicado libros sobre su experiencia: Greg Anderson, quién recibió la noticia que iba a vivir sólo 1 mes con un cáncer al pulmón, etapa 4. Comenzó a investigar, conoció las historias de 1.300 pacientes con diagnóstico terminal que habían sobrevivido y averiguó por qué.

Hizo cambios radicales en su vida en todos los aspectos: prioridades, valores, certezas, estilo de vida, etc. etc. y hoy está vivo después de más de 20 años liderando una organización a nivel mundial. (www.cancerrecovery.org) (4)

Ian Gawler, un australiano con un sarcoma, con 2 semanas de expectativa de vida, decide revertir este pronóstico. Un meditador, conocedor que los estados de meditación aumentan la efectividad del sistema inmunológico, medita 5 horas diarias y hace cambios fundamentales en su vida; como Greg Anderson, se reencanta con la vida, desafía a la muerte y sigue vivo después de más de 20 años. (www.gawler.org) (5)

Y, así, muchos ejemplos, personas que yo misma he atendido a través de los años que han elegido vivir. Que no han aceptado un pronóstico de muerte y no ha sido suficiente la “curación” para ellos, sino que han trabajado por la “sanación”. (6)

Desde el miedo, la desolación, la incertidumbre y la angustia que estos sentimientos provocan, han caído en una crisis profunda que no han tratado de evitar, le han mirado a la cara al sufrimiento y han transitado a una resolución; con perseverancia, con la inseguridad que los cambios generan, pero con la sabiduría y la esperanza para salir adelante.

Estas personas son las que cuando cruzan pueden decir: “gracias al cáncer que me permitió cambiar, reverenciar y agradecer cada día de mi vida”.


BIBLIOGRAFÍA

(1) Tolstoi, Leon “La muerte de Iván Ilich”. Ed. Andrés Bello, Stgo. Chile (1993)
(2) Bayés, Ramón “El psicólogo que buscaba la serenidad”. Plataforma Editorial, Barcelona (2010)
(3) Bayés, Ramón “Psicología del Sufrimiento y de la Muerte”. Ed. Martínez Roca, Barcelona (2001)
(4) Anderson, Greg “Cáncer: 50 essential things to do" Plume (2009) USA
(5) Gawler, Ian "You can conquer cancer" Michelle Anderson Publishing, Melbourne (2001)
(6) Middleton, Jennifer "Yo (no) quiero tener cáncer”. Ed. Random House Mondadori, Stgo.- Chile (2008)
(7) Schávelzon, José “Cancerología” Ed. Científica Interamericana, Buenos Aires (1997)
(8) Ornish, Dean, M.D. "The Spectrum" Ballantine Books, N.Y. (2008)

Esta artículo apereció en la revista Actualidad Psicológica, Buenos Aires, Argentina, en la edición de Julio del 2011- www.actualidadpsi.com

Volver arriba

Home


Cáncer: posibilidad de un apoyo efectivo

Jennifer Middleton – Psicóloga Clínica

En nuestro medio estamos acostumbrados a enfrentar las enfermedades como un problema del cuerpo, donde la mejoría proviene del medio externo, es decir de la medicina, y frente a la cual somos personas pasivas que en poco o nada podemos contribuir para que el tratamiento sea efectivo.

La medicina moderna, de avanzada, considera las enfermedades como un problema de la persona total, donde están involucrados factores físicos, psicológicos, espirituales y ambientales.

Así en el tratamiento y la recuperación deberán considerarse todos estos factores y la persona enferma deberá participar activamente en estos procesos, con una autoresponsabilidad frente a la presentación y evolución de la enfermedad.

De esta forma, tanto el paciente, como la familia, sus amigos y su núcleo laboral, son partes activas que pueden colaborar en la mejoría.

La persona que recibe un diagnóstico de cáncer podría definirse como alguien a quien se le ha interrumpido la vida violentamente, que se encuentra perplejo, desconcertado, con pánico y, sobre todo, perdido en un mar de opiniones y consejos que contribuyen a acelerar más su proceso de desesperación.

Desde el punto de vista particular de la persona, hay mucho que ella puede hacer para participar en su recuperación y no ser un ente pasivo. Lo primero será descubrir en qué forma su estilo de vida puede haber influido en la presentación de la enfermedad: exceso de tensiones, falta de entusiasmo vital, mal manejo emotivo, duelos no elaborados, poco respeto por su intimidad, etc.

Conocidos estos procesos, podrá reestructurar sus escalas valóricas y crear un ámbito vital que le permita sentir que la vida es su primera opción, aunque ello signifique perder otras, ya sea porque éstas están enfermas o porque no corresponden a su íntimo modo de ser.

Por parte de la familia, amigos y núcleo laboral, cada uno en su estilo propio, también pueden hacer un importante aporte a los procesos de recuperación.

Cuando alguien se enferma, no es sólo la persona la que está en crisis, sino también su familia. El estar cerca del sufrimiento de alguien a quien amamos, es muy perturbador y puede hacernos sentir inseguros respecto a nuestras reacciones, inadecuados, rabiosos y muchas veces, confundidos. Lo valioso es que, no importa cuán difícil sea la experiencia, logremos salir de ella enriquecidos y en paz.

Un enfermo de cáncer está, por lo general, asustado frente al futuro, cansado frente a los tratamientos y enrabiado o triste frente a lo que ocurre. Lo importante es que se le permita expresar lo que siente con libertad, sin juicio crítico, ya se trate de miedos, rabias, penas, frustraciones o desesperanzas.

Los niños son muy perceptivos y es recomendable que se les permita participar de lo que está ocurriendo y no aislarlos con el pretexto de protegerlos; las fantasías que crean al no saber la verdad son a menudo más terribles que la realidad.

También es importante tomar la sustitución de roles en su verdadera dimensión, no tratar de hacer todo por el enfermo, etiquetándolo existencialmente de “incapaz” o “inútil”, reforzando así la salud y no la enfermedad, no aislando a la persona porque está enferma.

La responsabilidad de “estar a cargo” de alguien enfermo suele ser muy cansadora y en ese sentido los amigos y compañeros de trabajo pueden ser de gran ayuda.

Las visitas deberán ser atinadas, cortas y positivas, permitiendo que el paciente socialice de acuerdo a su ánimo y ganas y no a “las normas de buena educación”.

Los compañeros de trabajo a veces sienten que no saben abordar temas como el sufrimiento y la muerte y prefieren evitar compartir con el enfermo. Lo mejor es preguntarse ¿cómo me gustaría a mí que me trataran si estuviera en su lugar? o, ante la duda, simplemente preguntar.

Tarde o temprano todos tenemos crisis vitales que nos enriquecerán o destruirán según el compromiso vital con que las enfrentamos. Lo mismo ocurre con los amigos.



Volver arriba

Home

Recomendaciones para enfermos de cáncer

Jens Bücher, Ing.Com.
Fellow, American Institute of Stress

Estas recomendaciones están basadas en:

- la investigación realizada por Dean Ornish en personas con cáncer de próstata (PNAS June 16, 2008, 10.1073) que demostró, después de un cambio de estilo de vida, una normalización genética importante en un período de 90 días, todo esto en ausencia total (!) de tratamientos oncológicos convencionales;

- parcialmente en las recomendaciones hechas por Greg Anderson en su libro "Cancer, 50 essential things to do", escrito a raíz de su recuperación de un cáncer pulmonar en etapa IV (desahuciado por su oncólogo); y

- en las experiencias hechas en nuestro Centro de Desarrollo de la Persona al apoyar a personas con cáncer sujetas y no sujetas a los tratamientos oncológicos de moda.

Recomendaciones

1.- Asumir la conducción y la responsabilidad por el camino a seguir hacia adelante:
no acepte nada (intervenciones médicas convencionales o no convencionales, hospitalizaciones apresuradas, jubilación en el trabajo, sobre-protección en casa, etc) sin antes estudiar profundamente lo que significa cada una de estas instancias, los probables beneficios de los distintos tratamientos ofrecidos, sus probables riesgos en gravedad e incidencia, la calidad de vida comprometida, y sin antes estudiar cosas relevantes y meditar tranquila y serenamente lo que usted quiere: es su vida lo que está en juego, su cuerpo, su futuro, y nadie debe interferir influyendo de hecho o soslayadamente en sus decisiones ni ejerciendo presión psicológica, amedrentamiento o coacción por motivos profesionales, tecnológicos, económicos o de otra especie; consulte la opinión de varios médicos, y de distintas aproximaciones terapéuticas; todo médico consciente de principios bioéticos (respeto por la autonomía del paciente) y todo familiar comprometido deben saber respetar su voluntad; no se entregue ligeramente a la opinión de nadie: dé expresión a su vitalidad en lo que usted determina como lo más importante y significativo, y proceda confiadamente de acuerdo a esto, requiriendo o no los servicios de terceros según las necesidades por usted determinadas;

2.- retiro guiado de 2 a 5 días, junto a otros enfermos de cáncer y personas interesadas, para trabajo intensivo en las áreas emotiva, de prioridades existenciales y vitales, enfrentamiento (proactivo y reactivo) del stress, estrategias y técnicas varias, y otros - consulte con especialistas;

3.- alimentación baja en calorías (un máximo de 10 % de las calorías provenientes de grasas), alimentos integrales, dieta vegetal, más un suplemento diario de soya (carne de soya, tofu, y una bebida basada en 60 gr de leche en polvo de soya), aceite de pescado (3 g diarios), vitamina D, vitamina E (100 UI diarios) y otros anti-oxidantes, ajo, limón, gengibre, vitamina C (2g diarios), selenio (200mg diarios), tés de hierbas; suprima el azúcar y otros endulzantes, productos lácteos, el café y el té, los alimentos preparados industrialmente, las bebidas no preparadas en casa;

4.- 1 hora al día de yoga suave y sensual, ejercicios de respiración, relajación, meditación, imaginería - consulte con especialistas;

5.- ejercicio aeróbico moderado (caminar 30 minutos al día 6 veces por semana) más dos sesiones semanales de una hora de ejercicio moderado;

6.- desintoxicación metabólica y modulación biológica (medicina biológica), revitalización y armonización de complejos funcionales (medicina china) - consulte con especialistas;

7.- 1 sesión de psicoterapia / consultoría semanal (revisión de prioridades existenciales, sueños, expresión de emociones, vivencias de humildad, flexibilidad, desarrollo y otros) - consulte con especialistas;

8.- 1 sesión guiada de trabajo grupal a la semana (compartir, expresión de sí, intercambio de opiniones y de información, otros - consulte con especialistas;

9.- expresión privada de sí: diario de vida, cartas, libro, testamentos "emotivos", pintura, dibujo, escultura, baile;

10.- elaboración de contenidos de arte, espiritualidad, intimidad;

11.- actividades varias: juegos, risas, inmersiones profundas en la naturaleza, compartir, amar generosamente, agradecer;

12.- practicar integración emotiva, autonomía y sentido de vida.

Volver arriba

---    Home   ---

Introducción a los procesos de relajación

Jennifer Middleton – Psicóloga Clínica

La gran mayoría de las personas piensan que saben mucho sobre cuatro de las funciones básicas de la vida: comer, respirar, actividad sexual y relajación. Se presume que estas funciones son automáticas y que cualquier desviación de la norma no es manejable. Al trabajar con problemas tensionales se observa que esto no es exacto y que muchas de las disfunciones en los hábitos de comer, respirar, sexuales y de relajación, resultan de elecciones del sujeto realizadas a nivel inconsciente.

Los estados tensionales son de importancia fundamental en la aparición de disfunciones sexuales incluyendo la impotencia, frigidez y otras. Con respecto a la respiración, se presentan serios problemas con estados de tensión, ya que el ritmo respiratorio se altera y se hace irregular.

El aprender nuevos hábitos en la práctica de estas funciones es una forma excelente de mantener la salud. Pero el solo hecho de que la gente piensa que estas funciones están fuera de control, hace muy difícil una intervención profesional para corregir las disfunciones.

Las actitudes hacia la relajación son las más ingenuas de todas. Muchas personas opinan que el mirar la TV durante un rato, trabajar en el jardín, pasar la tarde leyendo o jugar tenis, son formas efectivas para terminar con la tensión. Sin embargo en todas estas actividades, aunque son muy útiles, las personas mantienen un alto nivel de ansiedad y el funcionamiento neurofisiológico característico de un estado de tensión prolongado.

La relajación profunda produce cambios fisiológicos que son muy notorios y definitivamente reductores de la tensión. La práctica de la relajación afecta las funciones de la respiración, del comer y de la sexualidad.

Hay diferentes formas de obtener un estado de relajación, pero lo esencial de todas ellas es que hay una actividad que es conducida en forma regular y con atención focalizada. No es un proceso pasivo sino un medio de permitir al sujeto enfrentar sus actividades diarias libre de distracciones inconscientes.

Tampoco es un estado que se presenta espontáneamente y que prevalece cuando no hay tensión, sino que requiere de práctica como cualquier otra habilidad y debe ser aprendido y entrenado con miras a que sea efectivo.

La mayoría de nosotros ignoramos las claves fisiológicas indicadoras de tensión y actuamos como si viviéramos anestesiados, desconociendo la sabiduría de nuestro cuerpo. Hay personas para las cuales es tan “normal” estar tensas, que no toman conciencia de ello, lo que resulta tremendamente peligroso para la salud. Cuando ignoramos las señales de nuestro cuerpo, le sobreexigimos, pues lo obligamos a seguir actuando a pesar de la tensión, lo que a su vez la hace aumentar más aún.

Hasta que no seamos capaces de comprender el lenguaje de nuestro cuerpo, no podremos protegernos de una tensión excesiva y de la presentación de desórdenes psicosomáticos y disfunciones.

La discontinuidad profunda entre la mente y el cuerpo se evidencian claramente en los desórdenes psicosomáticos. El integrar la mente y el cuerpo mediante diversas técnicas como la relajación, el biofeedback y otras, nos permite darnos cuenta de las posibilidades que esta integración nos abre en beneficio de la salud.

Las características neurofisiológicas de la relajación son muy diferentes a las que se obtienen por el alcohol o los tranquilizantes.

A través de la relajación podemos ejercer control sobre las funciones fisiológicas conocidas como “involuntarias”. Este control era considerado fuera de lo posible sólo un par de décadas atrás. El establecer una regulación voluntaria sobre una función biológica involucra el uso de estados psicológicos internos.

“No se trata de aprender a controlar el sistema nervioso involuntario; simplemente se trata de abrir los canales entre lo consciente y lo inconsciente” (Weil, 1973).

Se trata de permitir la comunicación entre los procesos psicológicos y fisiológicos con el objeto de obtener una integración armónica.

De esta forma, un individuo puede aprender a hacer discriminaciones más sutiles en sus reacciones psicofisiológicas y actuar de acuerdo a ellas.

Las técnicas de autorregulación a través de la relajación, biofeedback y otras, devuelven al individuo un sentido de control y eficiencia sobre su vida y su salud. La pérdida de este sentimiento es una de las reacciones perjudiciales del exceso de tensión. Cuando los desórdenes físicos afligen a un individuo, a menudo éste se siente desamparado y sin esperanzas, sin opción de actuar para rectificar su vida.

Inconscientemente puede que asocie su desorden físico con su estado emocional, pero es incapaz de iniciar las acciones para intervenir sobre el desorden. La tensión ha debilitado su resistencia psicológica y talvez también su respuesta inmunológica. Una vez que recupera el sentido de su propia voluntad, evita sentirse incapacitado. Comienza a darse cuenta que esta autorregulación se extiende a todas las áreas de su vida y que puede orientar ésta en una dirección más positiva.



Volver arriba

Home

Pauta de apoyo para la familia

Jennifer Middleton, psicóloga

En la historia de la humanidad no existe experiencia más importante y dolorosa que ver a alguien que amamos y que forma parte de nuestra historia, pasar por una enfermedad que amenaza su vida. Frente a ello, nuestro mundo se desorganiza, nos sentimos impotentes frente al sufrimiento, enojados con la realidad y tristes a la vez, nos sentimos confundidos, llenos de preguntas, a veces sin salida y no sabemos cómo actuar.

Sin embargo, este período también se puede constituir en la oportunidad de entregar lo mejor de cada uno de nosotros a quienes más amamos y de poder ayudarnos en los momentos difíciles, fortaleciendo nuestros lazos en base al amor y la fuerza familiar.

Es por eso que queremos ofrecerle nuestra ayuda en este proceso que comienza, para ello…

* Lo principal es respetar el ritmo de cada miembro de nuestra familia…
Y en el modo de enfrentar la enfermedad; todos reaccionamos de diferente manera ante las dificultades, lo que cada uno necesita es comprensión, escucha, compañía y no reproche.

* Lo fundamental para el paciente es compañía…
Alguno de nosotros estará a su lado, quien cuidará su cuerpo. Pero también acogerá sus emociones, temores, dudas, esperanzas y deseos. Para ello es vital dar el espacio para conversar, jamás evitar el tema, pese a que es doloroso, el paciente lo necesita, eso le ayudará a él (ella) a calmar sus inquietudes y expresar lo que está viviendo y sintiendo.

* Permitir la participación de cada miembro de su familia…
Esta acción da la posibilidad de aportar y sentirse como un grupo familiar unido que comparten esta nueva experiencia. En el caso de los niños, esto les ayudará a fortalecer su sentido de pertenencia y formar una identidad familiar arraigada. Por otra parte, llevar toda la responsabilidad y cuidado del paciente es una carga muy dura, que se alivia cuando se comparte y cuando uno además se da el tiempo de cuidar de sí mismo.

* Las emociones y sentimientos son naturales...
En algunos momentos surgen con mucha intensidad, para eso es importante recordar que no hay sentimientos adecuados o inadecuados, aceptarlos y compartirlos ayuda a liberar la tensión que provocan. Llorar solo ahonda la sensación de desamparo y aislamiento, aumentando el dolor y la pena… llorar, tanto como compartir con otro (familiar, amigo, paciente) es una experiencia común y fortalecerá el lazo que los une.

* Todos necesitamos esperanzas para vivir…
Las esperanzas nos alientan a continuar a nuestro proyecto de vida. Cuando alguien de nuestra familia ha perdido las esperanzas, entre ellos el paciente, es nuestro deber ayudarlo a encontrar una nueva esperanza para que siga viviendo, de modo que genere nuevos proyectos que le den sentido a su vida. Éstos deben ser adecuados a su condición y sus limitaciones, a corto plazo y de fácil realización, así se motivará al verlos cumplidos.

* No sobreproteger al paciente…
En vez de ayudarlo estará reforzando su debilidad e incapacidad. Este es un juego psicológico destructivo, pues impide a las personas resolver por sí mismos sus problemas y los mantiene en una posición pasiva y dependiente.

* Tratar al paciente como una persona responsable…
No como a un niño pequeño, a quien no dejan formar parte de las decisiones. Tampoco como un enfermo que no puede participar de la vida cotidiana de su hogar, si se puede levantar que lo haga, que comparta con la familia y reciba visitas, que haya luz, aire fresco, música y risas en su vida. Tiene derecho a descansar, y en ocasiones lo hará, pero debemos evitar que se aisle del mundo y se deprima.

* Respetar al paciente en su rol dentro de la familia y en la sociedad…
Hacerlo partícipe de las actividades y decisiones que siempre le correspondieron. Hágalo parte de la vida cotidiana en su familia, pídale favores y consejos, eso lo hará sentirse útil, integrado e importante para los demás.

*Reforzar la salud, no la enfermedad…
Anime los esfuerzos del paciente por cuidar de sí mismo, hágale notar, cuando se vea mejor, ayúdelo a realizar actividades que no se relacionen con la enfermedad, ofrézcale otras actividades que lo distraigan.

… Compartan este tiempo juntos, es la ocasión para hacer y decir todo aquello que han guardado “esperando el momento oportuno”.

El presente siempre es el mejor momento para ello, así mañana tendrán la tranquilidad de haberlo hecho y disfrutarán de una relación más sincera y cercana…


Volver arriba

Home

Psico-oncología en el siglo XXI

Jennifer Middleton
Psicóloga Clínica

(Artículo Publicado en la Revista Actualidad Psicológica - Junio 2002)

'El cáncer es un síntoma de una enfermedad que desconocemos' según palabras del Dr. Miguel Maturana, Jefe del Servicio de Cirugía Mamaria del Hospital San Juan de Dios, o como lo señalan Stoller y Marmorston, 'Hay que llegar al convencimiento de que el tejido canceroso no es en sí mismo el problema que debe resolverse, sino que lo importante es la aberración que ha permitido la existencia de un medio favorable para la enfermedad. El cáncer no es sino un síntoma, y aislar el síntoma mediante el solo tratamiento es como tratar la esquizofrenia de manera esquizofrénica. Un virus puede ser la causa bioquímica, pero si lo que ha permitido el desarrollo del cáncer, es decir, la etiología básica, reside en la psique, sólo puede producirse la curación si se conoce esta etiología´. (1)

Esta enfermedad está afectada por múltiples factores, tanto en su aparición y curso, como en su recuperación. Esto significa, que una aproximación al cáncer rigurosa y éticamente impecable, debe considerar todos los aspectos involucrados, tanto biológicos como psicológicos, tanto sociales como espirituales.

La psico-oncología ha surgido como respuesta a esta necesidad y, a pesar de que hay psicólogos trabajando en esta área desde hace muchos años, recién en la década de los 80 esta disciplina es considerada una rama de la psicología y se funda la Intenational Psycho-oncology Society en 1984.

Sin embargo, la psico-oncología entendida como tal, es 'reactiva´, preocupándose del apoyo al paciente de cáncer, su familia y el equipo, siendo en este sentido altamente necesaria y eficiente.

Cubre aspectos relacionados con la psicoprofilaxis de los tratamientos, manejo del dolor, asistencia al paciente en etapas avanzadas de la enfermedad (Cuidados Paliativos), elaboración del duelo y asesoría y apoyo a la familia y al equipo de salud.

Esta es la psico-oncología que se estudia e investiga en los principales Centros de esta disciplina en el mundo: Sloan-Kettering en Nueva York, liderado por la psico-oncóloga Jimmie Holland (2), en Kiel con el Dr. Kollenbaum, en Paris en especial en cuidados paliativos y en otros centros del mundo.

Nosotros consideramos que ésta es sólo una parte de los objetivos de la psico-oncología y que, si pretendemos ser profesionales de avanzada en este campo, debemos dedicarnos también a la psico-oncología proactiva. Esto implica colaborar con el paciente, para descubrir las características de su estilo de vida que puedan haber influído en la presentación de su enfermedad y su curso, y, ayudarlo a revertir estas características, así como desarrollar políticas de prevención.

No es una excusa que las investigaciones cuantitativas que se realizan a nivel mundial, no hayan entregado suficientes resultados (¿cuántos son suficientes?) que relacionen estilos de vida y presentación y curso de la enfermedad, o no asocien stress y cáncer, o sistema inmune y cáncer en forma categórica (1 y 3).

Por otra parte, el Dr. Claus Bahnson, en 1980, al resumir una parte de las pruebas recientes, concluyó: 'Así pues, existen datos concluyentes derivados de los campos neurológico y endocrinológico que respaldan la idea de que acontecimientos psicológicos mediados por el sistema nervioso pueden influir en las reacciones endocrinas e inmunitarias a los procesos malignos'(1).

Cabe hacer notar, en primer lugar, que las investigaciones cuantitativas en este campo son difíciles, por los problemas que se presentan en la aislación de variables psicológicas (no es lo mismo evaluar el efecto de una quimioterapia que el de un cambio de vida).

En segundo lugar, como todos sabemos, no sólo las investigaciones cuantitativas son válidas científicamente; las investigaciones cualitativas y los estudios de casos, realizados adecuadamente, también arrojan resultados de validez científica.

En tercer lugar, sí existen investigaciones tanto cualitativas como cuantitativas que relacionan aspectos psicológicos y presentación y curso de la enfermedad, cuya historia empieza con Galeno, sigue en los siglos XVII y XVIII, y continúa haciéndose presente en el Siglo XIX y en el Siglo XX, detalle que se puede encontrar en el libro de Bammer y Newberry (1).

La investigación de Spiegel en relación a terapia de grupo y sobrevida de mujeres con cáncer de mama marcó un hito en la historia de la psico-oncología (4) aunque desde nuestro punto de vista los resultados habrían sido mucho más reveladores si se hubieran evaluado factores de cambio y no sólo asistencia al grupo. También queremos citar aquí la investigación de Bücher y Moya (5), Eysenk (citado en 6), Simonton (7), LeShan (8) para sólo nombrar algunas que nos han sido más cercanas en nuestro trabajo.

Con esta visión, el campo profesional de la psico-oncología se amplía a todos los aspectos preventivos del cáncer, lo que nos permite participar en forma activa en detectar los modelos de alto riesgo cancerígeno y contribuir a revertirlos oportunamente, investigar en estas áreas y contribuir con una aproximación éticamente responsable.

Después de 30 años trabajando con estos pacientes, hemos constatado una y otra vez, que una actitud proactiva es una parte fundamental en un proceso de recuperación o de prolongación de la vida (6).

Así mismo, hemos visto que se repiten características y se presentan denominadores comunes en nuestros pacientes (6), lo que nos permite realizar una prevención primaria real y no sólo una detección precoz de la enfermedad.

Lawrence LeShan y su discípula y colaboradora Ruth Bolletino, trabajan desde hace años en Nueva York con una aproximación proactiva, estimulando a sus pacientes a 'volver a cantar su propia canción', es decir, ir al encuentro de aquello que dejaron en el camino y cuya pérdida llevó a vivir en forma frustrada, tensa, poco satisfactoria (8).

PSICO-ONCOLOGIA REACTIVA

El campo de acción de la psico-oncología reactiva es enorme y permite al psico-oncólogo apoyar al paciente de cáncer desde su diagnóstico hasta su recuperación o muerte, a la familia durante todo este proceso, acompañándola si es necesario en la elaboración del duelo, y al equipo oncológico, permitiéndole una mayor coordinación e integración.

Con respecto al paciente, al recibir el diagnóstico siente que se le detiene la vida abruptamente, queda invadido y paralizado por terribles temores, está desorientado y perdido entre múltiples opciones. Esta persona requiere ser apoyada inmediatamente por un equipo multidisciplinario, y no esperar a que haga crisis de angustia o caiga en un estado depresivo.

Cualquiera de estas situaciones agravará el problema, hará más difícil la aplicación de tratamientos y permitirá que la persona se deje llevar por un sistema común de creencias frente al cáncer, como que es sinónimo de muerte, de dolor y de desesperanza, etc.

Los médicos parecen desconocer el potencial de trabajo de un psico-oncólogo y con frecuencia no recurren a él hasta que el enfermo está en crisis o cuando sienten que la proximidad de la muerte a ellos los desborda o no saben cómo tratar este tema con el paciente o la familia.

Más adelante, una adecuada psicoprofilaxis de los tratamientos, permitirá una mejor tolerancia de ellos y, como consecuencia, posiblemente una mayor efectividad. Basta decir que una persona que entra relajada y bien preparada a una cirugía, se recuperará más pronto, procesará mejor las eventuales mutilaciones y se reinsertará antes en su vida familiar, social y laboral.

Lo mismo ocurre con una adecuada preparación a la quimioterapia, radioterapia, hormonoterapia, etc.

Con respecto al manejo del dolor, el trabajo del psico-oncólogo está relacionado con un diagnóstico diferencial del dolor, con su evaluación y tratamiento. Si consideramos el dolor clínico como una manifestación subjetiva, producto de la integración de factores físicos, psicológicos, sociales, espirituales y culturales, queda en evidencia que la sola participación del médico es insuficiente para un buen manejo.

Hoy día existen múltiples alternativas de manejo psicológico del dolor, que representan un gran aporte tanto en los problemas de dolor agudo o crónico, tanto en las etapas iniciales de la enfermedad como en cuidados paliativos. El no abrir al paciente estas opciones, es por decir lo menos, irresponsable. Todos sabemos que hoy es inadmisible que una persona sufra un dolor sin control, considerando las múltiples opciones que posee un equipo multidisciplinario para su manejo.

En el área de cuidados paliativos, considerando la tríada - paciente, familia, equipo - (9) la responsabilidad del psico-oncólogo es aportar sus conocimientos y experiencia a todos los integrantes de esta tríada, evitando al máximo el sufrimiento de cada uno. Esta labor es profunda, sacrificada y muchas veces agotadora, pero la vivencia de acompañar a un paciente y su familia en etapas avanzadas de la enfermedad y en la proximidad de la muerte, es una de las experiencias más enriquecedoras de la vida. El equipo debe autocuidarse y optimizar sus energías en este trabajo, recibiendo por parte del psico-oncólogo las herramientas adecuadas para dar lo mejor de sí sin extenuarse.

Si a todo esto agregamos los talleres de duelo para la familia, las intervenciones de pareja y familiares, las asesorías en relación a la sexualidad del paciente con cáncer, los entrenamientos en imaginería, visualización, relajación, yoga y meditación, arte-terapia, consejería telefónica e intervenciones psico-educativas, creemos haber mencionado las áreas más importantes que cubre la psico-pncología reactiva, tanto en el trabajo con niños, adolescentes, adultos como adultos mayores.

En el ejercicio de la psico-oncología reactiva, es frecuente recibir pacientes en etapas avanzadas de la enfermedad. Por un lado la familia necesita un apoyo y guía para tratar al paciente y tolerar mejor la tragedia que están viviendo, por otro, el paciente está dispuesto a recibir cualquier ayuda que le alivie y, por último, muchas veces el médico tratante acepta la presencia del psicólogo aunque no entienda la utilidad, presionado por la familia y el paciente que están desesperados y piden cualquier ayuda que les alivie.

Otras veces, al formar parte de equipos de cuidados paliativos la labor del psico-oncólogo es parte habitual del tratamiento en etapa avanzadas.

Hace unos meses, me llamaron a una clínica para atender a una mujer de 40 años con cáncer de pulmón y metástasis cerebrales que se negaba a morir, pese a sus sufrimientos y a conocer su diagnóstico cabalmente. Cuando llegué a verla, estaba en un profundo estado de angustia que le impedía dormir hacía varios días, pese a la medicamentación ansiolítica e hipnótica que estaba recibiendo.

Se trataba de una mujer separada con dos hijos de 12 y 10 años de su segundo matrimonio. Los hijos del primer matrimonio vivían fuera del país y, por conflictos de familia, ella no se relacionaba con su familia de origen.

Su drama era que sentía que estaba abandonando a los hijos, se negaba a aceptar su muerte y el no dormir estaba íntimamente relacionado con la posibilidad de no volver a despertar.

En el curso de la entrevista, quedó claro que también había una parte de ella que estaba agotada, que sí quería descansar y dejar de pelear por vivir. Mi única intervención fue escucharla y posteriormente arreglar una entrevista entre ella y el padre de sus hijos, donde ella pudo expresar sus reservas y temores respecto a su rol de padre. A su vez, pudo escuchar lo que su exmarido estaba dispuesto a hacer por sus hijos, la planificación que de hecho ya estaba poniendo en práctica para recibirlos y varias medidas futuras para su bienestar.

La paciente falleció esa misma noche sin angustia. Esto demuestra que a veces, con muy poco, el aporte puede ser determinante para una persona.

Muchas veces, y debido a los tabúes sociales que existen respecto a la muerte y el morir, las personas no están dispuestas a abordar el tema fácilmente y se requiere la concurrencia de una persona entrenada para romper las reservas. Este es uno de los roles que debe saber realizar un psico-oncólogo.

PSICO-ONCOLOGIA PROACTIVA

Este término ha sido acuñado en el Centro de Desarrollo de la Persona y se basa en el modelo teórico desarrollado en este Centro y que fue creado por Jens Bücher (10).

Sostenemos que para que una persona vuelva a ser sana, debe flexibilizar los 'filtros' (modelos, experiencias, roles, mandatos, imposiciones, etc.) que le impiden ser inocente y que le han llevado a stress, luego a disfunciones y, finalmente, a una enfermedad. Sólo el reencuentro con su inocencia, su integración emotiva, su íntimo modo de ser, su entusiasmo vital, su autonomía, y el quiebre de la instrumentalización de sí misma, va a permitir que vuelva a ser una persona sana nuevamente.

Una y otra vez hemos constatado que, personas con malos pronósticos que hacen cambios profundos, muchas veces recuperan su salud y, como otras, con mejores pronósticos, que no están dispuestas a hacer cambios, vuelven a hacer una recurrencia.

En 1990 realizamos una investigación cualitativa en más de 1000 casos e identificamos algunos denominadores comunes que se presentan en las personas con cáncer (6). Durante años hemos hecho el seguimiento de algunos de esos casos: personas con mal pronóstico que hicieron cambios notables y profundos y que aún están vivas y enamoradas de la vida.

El trabajar con personas en base a este continuo Inocencia-Enfermedad, nos ha permitido crear Talleres de Prevención del cáncer, tanto en el ámbito privado como institucional.

La Corporación Nacional del Cáncer realizó una investigación prospectiva a 5 años para identificar personas con alto riesgo genético de presentar cáncer de mama. A todas las personas que participan en esta investigación (a la fecha 1300 aproximadamente) se les ha evaluado psicológicamente, identificando también modelos de alto riesgo psicológico.

Estas personas fueron invitadas a charlas informativas para contarles la influencia que pueden tener sus estilos de vida en la presentación de la enfermedad y enseñarles las posibilidades de participación que pueden tener en disminuir los riesgos.

También se les invitó a talleres terapéuticos y corporales, para ayudarles a modificar aquellas características y comportamientos que hemos correlacionado con la enfermedad, como bloqueo de las emociones, baja autoestima, autopostergación, altos niveles y mal manejo de tensión, alto sentido del deber y rigidez valórica con baja vitalidad y dinámica.

Hemos visto como en familias donde el cáncer se repite de generación en generación, aunque no siempre se encuentra el gen responsable (BRCA1 o BRCA2), muchas veces las evaluaciones psicológicas de madre, hijas y hermanas son muy similares. Esto nos abre un enorme campo de trabajo e investigación. En este sentido, podemos decir que la labor de la psico-oncología está recién empezando a perfilarse.

Hace unos seis años recibí como paciente a una mujer de 54 años operada de cáncer de mama, con compromiso ganglionar. Se trataba de una mujer que, gracias a su esfuerzo e inteligencia, tenía un cargo ejecutivo en una gran empresa, a pesar de no tener un título profesional.

Había dedicado su vida a trabajar y construirse una seguridad económica y había tenido éxito.

Estaba casada hacía 20 años y tenía dos hijos.

Su infancia había sido difícil debido a que su padre era una persona autoritaria y machista, que había sido infiel abiertamente. Su madre era una mujer sumisa, débil y había muerto de cáncer de mama el año anterior.

La paciente había elegido como pareja un hombre débil, incapaz de mantener a su familia, pero según la paciente 'incondicional, bueno y fiel'.

Durante el curso de la terapia apareció toda su sensibilidad reprimida por años, sus emociones bloqueadas, sus temores por no repetir el papel de la madre. Apareció su agotamiento, se derrumbó su fachada de seguridad y dureza y se contactó con una mujer dulce y blanda que había sido postergada por años. Fue necesaria una intervención de pareja para que aprendiera a dar espacio a su esposo que también había reprimido parte importante de su virilidad y masculinidad para 'evitar conflictos'.

Hoy esta persona está bien físicamente, ha reestructurado su vida, trabaja media jornada, con mucho menos tensión y ha dejado espacio en su vida al arte, a la naturaleza, a la relación de familia y al yoga. Es el típico ejemplo del reencuentro con la inocencia, con los potenciales postergados, con la emotividad y con la alegría de vivir.

El trabajo en el ámbito proactivo no es fácil, porque muchas veces el paciente siente que está haciendo todo lo que puede hacer para sanarse y, sin embargo, no avanza en su recuperación, o lo que es peor, su enfermedad es cada vez más grave. En estos casos, la labor profesional debe ser apoyadora e impulsadora de cambios más radicales, lo que muchas veces es resistido por el paciente, especialmente por su falta de energía. Y entonces nos preguntamos ¿dónde está el equilibrio? ¿cuánto podemos intervenir? ¿cuándo debemos retirarnos, respetar o darnos por vencidos?

Cuando me ha tocado saber de la muerte de un paciente que yo claramente sentía que sus cambios eran superficiales y no profundos y donde yo no fui lo suficientemente categórica, muchas veces he cuestionado mi labor profesional y me he preguntado si no debí haber sido más clara, más directa, más decidida y más estimuladora.

La respuesta no es fácil y cada persona es un mundo nuevo de interrogantes a las que debemos someternos con humildad, para mejorar la calidad y eficiencia de nuestro quehacer, sumar e integrar esfuerzos para investigar y aprender más cada día en una disciplina que recién comienza, y que se va a constituir en breve plazo en un pilar fundamental del tratamiento de una enfermedad que, a pesar de los esfuerzos de la ciencia médica, es cada vez más frecuente, seña inequívoca que es a la persona a la que hay que tratar y no sólo al órgano.

BIBLIOGRAFIA

1.- Bammer K. y Newberry B. "El stress y el cáncer" Ed. Herder, Barcelona, 1985
2.- Ed. Holland J. "Psycho-oncology" Oxford University Press, NY, 1998
3.- Ed. Schedlowski M. and Tewes U. "Psychoneuro-immunology - An Interdisciplinary Introduction" Ed. Kluwer Academic/ Plenum Publishers NY 1999
4.- Spiegel D. and Classen C. "Group Therapy for Cancer Patients" Ed. Basic Books, 2000
5.- Bücher J.y Moya A. "Elecciones vitales y cáncer" Ed. CDP, 2000
6.- Middleton J. "Yo (no) quiero tener cáncer" Ed. Grijalbo, Stgo. de Chile, 2001
7.- Simonton y Mathews "Getting Well Again" 1978
8.- LeShan L. "Cancer as a turning point" Ed. E.P. Dutton NY 1989
9.- Bayés R. et al. "Propuesta de un modelo integral para una intervención en terapéutica paliativa" Medicina Paliativa Vol.3 No.3 1996
10.- Bücher J. "Ingeniería de la Acción" Ed. CDP 1999


Volver arriba

Home

Psicoterapia y Psico-oncología

Jennifer Middleton

Ofrecemos psicoterapia en los ámbitos que más duramente afectan a las personas y a sus familiares más cercanos: angustia, depresión, agobio, crisis de pareja, problemas en niños y adolescentes.

También ofrecemos servicios psico-oncológicos. Si necesita ayuda al enfrentar un cáncer, los efectos del diagnóstico o de las intervenciones, asuntos relacionados a la familia o a los niños, la muerte o el duelo, llame al celular o el whatsapp +56 993 378 885 por favor.

Ayudamos a ir al rescate de los potenciales personales postergados y a expresarlos con seguridad e inocencia, de este modo permitiendo que la naturaleza restituya un funcionamiento sano en las áreas biológicas y existenciales. A partir del alejamiento de difunciones es posible además restablecer y crear lazos interpersonales de mayor riqueza.

El primer paso a dar durante una crisis personal es cruzar del sufrimiento duro de valores, ideas y convicciones a un sufrimiento humilde, compartido, suelto de emociones. Las lágrimas de hoy son el abono de muchas dichas del mañana. Acompañamos a las personas en momentos oscuros y les incentivamos a apoyarse en lo propio, en los recursos sanos y fuertes guardados en su propia intimidad, para salir adelante.

Si usted está en medio de una situación difícil y piensa que una mano cercana puede ser importante para usted en este momento contactenos como indicado arriba o escriba un email a Jennifer Middleton.

Volver arriba

---    Home   ---

Cuidarnos

Jennifer Middleton, Psicóloga Clínica - Psico-oncóloga
Jens Bücher, Ing.Com., Fellow, American Institute of Stress


El cuidado de la propia vitalidad parece ser la actividad más importante de todo ser viviente. Plantas y animales cuidan mantener su vitalidad en el óptimo, reaccionando a las necesidades internas y externas de acuerdo a las posibilidades incluidas en su desarrollo como especie.

Los seres humanos hemos perdido cercanía con esta realidad básica. Esto ha ocurrido en forma paralela al desarrollo biológico de nuestra inteligencia. Junto al desarrollo intelectual hemos desarrollado mundos conceptuales - escenarios de vida - alejados de la naturaleza tanto externa como interna. Más aún, dentro de estos escenarios culturales generados últimamente, hemos creado prioridades existenciales que muchas veces atentan directamente contra nuestra vitalidad.

Volver a ser leales con la vida, reverenciarla y agradecer estar vivos parece ser el camino del futuro, re-encontrarnos con la riqueza de la experiencia vital, vivenciar nuestras emociones y sentimientos a su plena validez, re-descubrir el sentido en cada cosa que hacemos, en fin, acercarnos respetuosamente a la instancia que nos presta al tiempo parece ser de una importancia sin igual.

Así - del trabajo que hemos desarrollado en el Centro de Desarrollo de la Persona en las últimas décadas y dedicado básicamente a las personas en procesos de enfermedades graves - ha emergido una cosmovisión íntimamente ligada a nuestra naturaleza y a las increíbles fuerzas de restitución de la salud que tenemos incluso en situaciones extremas. Durante la realización de nuestro trabajo tenemos a veces la impresión que nuestra naturaleza, aun maltratada y depredada y por tanto enferma, sólo está esperando condiciones de buen trato para recuperarse.

La cercanía a nuestra naturaleza ha abierto una dimensión no sólo al ámbito de la salud, sino también a la riqueza de la experiencia vital en sus múltiples aspectos, a la creatividad, a la sensación de libertad y apertura, a amplitud y profundidad, a aspectos éticos y estéticos de la vida, a paz y sosiego, a generosidad espontánea y natural, a la vivencia de auto-realización y de gratitud, y de muchas otras cosas.

Todo esto supone - más que una ampliación - un cambio de prioridades existenciales a favor de nuestra vitalidad, y con ello, una apertura a la realidad de nuestra propia naturaleza.

Las herramientas que hemos desarrollado para ayudar en la realización de este cambio de prioridades existenciales está disponible sin que requiera usted enfermar o estar en crisis. Si usted ha llegado a la conclusión que es conveniente hacer algo importante y valioso para bien de su vida, su salud y su auto-realización le invitamos a contactar a Jennifer Middleton, Psic.Clínica o a Jens Bücher, Ing.Com., consultor via email. Ofrecemos una amplia gama de servicios - talleres, retiros, psicoterapia, consultoría - con el fin de asistir en el proceso de cambio hacia una vida más sana y plena.


Volver arriba

Home


Actitudes Psicológicas y Salud en la Tercera Edad

Jennifer Middleton, Psic.Clín.,Psico-oncóloga


Hemos crecido en una cultura que separa la mente del cuerpo, una cultura que considera que el cuerpo es una máquina, “como un reloj”, como decía Descartes (1).

Estamos enfrentando una situación muy grave en el área de la salud y en muchas otras áreas.

Hay una crisis de percepción que deriva en una crisis multidimensional y compleja que afecta a todos los ámbitos de la vida. Esta crisis se caracteriza por una visión de mundo obsoleta, donde se aplica un modelo mecanicista cartesiano-newtoniano a una realidad que ya no puede ser entendida en estos términos (2).

La separación de la mente y del cuerpo ha dominado nuestro mundo médico desde el siglo XVII y, a pesar de que otras ciencias como la física, han debido cambiar su percepción y comprensión de la realidad frente a las evidencias, la medicina sigue ciegamente entrabada en este modelo. Cada vez más sofisticada y especializada y cada vez más alejada de la persona, fin último de su existencia. Más exámenes, más especialista, más medicamentos y menos integración.

Como señala F. Capra: “La distinción cartesiana ha influido de varias maneras en la práctica de la asistencia sanitaria. En primer lugar, ha dividido a los profesionales en dos campos que rara vez se comunican. Los médicos se ocupan del tratamiento del cuerpo, mientras los psiquiatras y los psicólogos se encargan de la curación de la mente. La diferencia entre ambos grupos ha sido un grave obstáculo para la comprensión de la mayoría de las principales enfermedades, pues ha impedido a los investigadores estudiar el papel causativo del estrés y del estado emocional en el desarrollo de una enfermedad. Sólo en los últimos años los profesionales de la medicina han comenzado a admitir la importancia del estrés en el origen de una gran variedad de enfermedades, pero siguen prestando muy poca atención al archiconocido vínculo entre lo estados emocionales y la enfermedad” (1).

Una medicina moderna, de avanzada, necesariamente debe considerar a la persona como una totalidad, una integración de mente, cuerpo, emociones y espiritualidad, inserta en un ambiente social, donde cualquiera de estos aspectos que se vea alterado, influirá sobre el todo.

Nuestra medicina refuerza la inhabilidad de la persona para hacerse cargo en forma responsable de su salud y pone el énfasis en la curación y no en la prevención.

La visión que tenemos de nuestro cuerpo es la de una máquina que si se echa a perder hay que llevarla al mecánico para que la arregle. Esta visión está reforzada por los medios de comunicación y la cultura en general. Sin embargo, nuestro cuerpo no es un ente aislado, es un organismo integrado con sus emociones y espiritualidad. No se nos enseña a tener confianza en la capacidad natural del organismo para sanarse y generalmente no se pone énfasis en la relación entre salud y estilo de vida. Se nos convence que el médico puede arreglarlo todo, sin tener en cuenta la forma como nos instrumentalizamos hasta enfermarnos.

En muchos casos podemos ver que los mismos médicos no llevan vidas integradas. Según cifras de F. Capra “la esperanza de vida de un médico de hoy es entre diez y quince años menos que la del promedio de la población, y los profesionales de la medicina no sólo tienen un alto índice de enfermedades físicas sino también un índice muy elevado de alcoholismo, abuso de drogas, suicidios y otras patologías sociales” (1).

Después de muchos años de experiencia con pacientes con enfermedades crónicas, he constatado que las personas se enferman porque tienen estilos de vida poco sanos, porque se autodestruyen, se utilizan y se maltratan.

Sin embargo, no existe en nuestra medicina un sistema de salud que le enseñe a las personas a vivir sanamente y prevenir enfermedades.

Nuestro sistema de salud se caracteriza por delegar la responsabilidad de la propia salud en otros, sea éste el ministerio que regula las políticas de salud, el médico que debe sanarnos o las fábricas de alimentos que establecen los contenidos de lo que comemos o no. Mientras dejemos esta responsabilidad en manos de otros, ni siquiera tenemos derecho a reclamar por nuestro estado de salud.

Valdría la pena preguntarnos ¿qué estamos haciendo para mantenernos sanos? ¿Cuáles son nuestras actitudes respecto a alimentación, ejercicio, relajación, placer de vivir, manejo emotivo, empleo del tiempo libre, entusiasmo vital, enfrentamiento al sufrimiento, etc.?

Es un hecho que sólo en la medida que asumamos responsabilidad por nuestro estilo de vida en todos sus aspectos, podremos acercarnos a un vivir sano.

El primer tema que surge en este ámbito es la capacidad de sensibilizarnos a las manifestaciones de nuestro organismo y saber traducirlas.

Estamos acostumbrados a “anestesiar” nuestro organismo para que no nos perturbe y no nos “desconcentre” de lo realmente importante. Sin embargo, esto es lo más importante; es la voz de alarma, la manifestación “sana” de un vivir “insano”.

Cada vez que nos irritamos, nos intranquilizamos, nos duele la cabeza, dormimos mal, estamos apáticos, no tenemos apetito, nuestros músculos se rigidizan o nos enfermamos, nuestro organismo nos está haciendo saber que algo anda mal.

Sin embargo, hemos aprendido que en estos casos, las aspirinas, los ansiolíticos, los inductores de sueño, un “traguito” o un relajante muscular obran maravillas y con eso le ponemos una mordaza a la parte más sana nuestra que está dando su opinión.

De esta forma, nuestro organismo debe reclamar cada vez más fuerte para protestar por el maltrato de que es víctima, hasta que llegue el momento en que finalmente lo escuchemos. Sin embargo, a veces es demasiado tarde, ya que lo que al principio era un leve síntoma que indicaba una alteración de una función, ahora puede haberse transformado en una enfermedad crónica con un daño orgánico grave, tal vez, irreversible.

De esto se deduce, que si nos ponemos perceptivos para hacernos cargo de las primeras protestas, tendremos posibilidad de evitar la enfermedad. Esto significa estar atentos a las claves del organismo; saber reconocer la rigidez muscular, los pequeños dolores, las molestias digestivas, nuestros cambios de ánimo, etc. todo aquello que represente una voz de alarma para tomar medidas a tiempo. Es lo mismo que manejar en una carretera; estar atentos y despiertos para retomar la ruta antes que sea tarde.

Estas divagaciones nos llevan al tema del estrés; tema muy de moda en la actualidad.

Y ¿qué es el estrés?

El estrés puede ser definido como una adaptación química, física, mental y emocional del organismo a exigencias internas o externas. El estrés puede ser normal como reacción en un momento dado, pero es su “cronificación” lo que resulta dañino para la salud; el cuerpo no está hecho para permanecer en tensión permanente (2).

Frente a una amenaza interna o externa (temor a alguien, apuro para cruzar la calle, terminar un informe, dar un examen, etc.) el organismo se activa (se “adrenaliza”), es decir, se tensan los músculos, se acelera el corazón y la respiración, se irriga más el cerebro, etc. Cuando la amenaza es superada, deberíamos volver a nuestro ritmo normal, como un pájaro que se va a otra rama después de asustarse con el gato y se olvida del gato.

Sin embargo, nosotros tenemos las amenazas siempre presentes, en la realidad o en la fantasía, o las reemplazamos por otras, por lo tanto no logramos relajarnos.

La alternativa es aprender a vivir relajados en un mundo tensionado y eso es perfectamente posible.

En primer lugar hay que saber reconocer los indicadores y sensibilizarse a ellos; los dolores, la rigidez muscular, las molestias digestivas, la inestabilidad emocional, el exceso o falta de sueño, etc. son síntomas de reclamo del organismo y voces de alarma que haríamos bien en escuchar.

Un estrés mal enfrentado es terreno de cultivo para todo tipo de enfermedades, porque afecta el funcionamiento general del organismo y produce una baja en las defensas.

En la vida cotidiana se pueden observar, entre otras, dos formas de enfrentamiento de estrés.

Una es la persona que pretende “dominar” su medio ambiente, enfrentando situaciones con un máximo de eficiencia y sobreponiéndose a las dificultades con éxito, aplicando modelos agresivo-depresivos de comportamiento, lo que le produce un gran desgaste físico y psicológico.

Otra, es la persona pasiva que internaliza la tensión. Estas personas permiten que los acontecimientos los sobrepasen y sigan su curso, sin intentar controlar las situaciones, mientras la frustración y el resentimiento surgen y lo llevan hacia la neurosis y la enfermedad.

Ambos tipos de comportamientos son extremos y resultan peligrosos para la salud por el estrés mantenido que los caracteriza (2).

A continuación daré algunas sugerencias que pueden ayudar a un buen enfrentamiento del estrés y a un estilo de vida más sano.

1.- No pierda contacto con su emotividad y profundidad:

En nuestra sociedad las personas sensibles son descalificadas por “excesivamente sentimentales” y desde pequeños se nos enseña a reprimir nuestras emociones, al extremo que reírse con ganas puede ser de mal tono y expresar la pena es de “poco hombre”.

Y entonces ¿qué hacemos con las emociones?: las bloqueamos y terminamos enfermándonos de tanto ser planos y “tragar” penas y rabias.

A medida que envejecemos nos damos un poco más de permiso a veces, pero siempre disculpándonos “perdona estas lágrimas, es que me estoy poniendo vieja”.

Para ser sanos y tener una vida intensa, necesitamos estar conscientes de nuestras emociones, expresarlas y saber dejarnos caer en nuestra profundidad.

2.- Revise sus estructuras valóricas y flexibilícelas:

Lo que nos enseñaron hace 40 o 60 años puede haber sido adecuado en el mundo de nuestros padres y abuelos. Pero las cosas han cambiado bastante, el mundo es más ágil y dinámico y si nos rigidizamos en nuestras escalas valóricas nos vamos a poner viejos antes de tiempo, aislados y solos.

3.- Revise sus relaciones interpersonales:

Pocas cosas hay más desenergizantes y cansadoras que vivir y relacionarse con conflictos, tanto en la familia como en el ámbito laboral.

Para mejorar las relaciones es conveniente enfrentar los conflictos y no evadirlos, expresar las emociones y desarrollar la tolerancia, sin permitir que nos atropellen y sin atropellar a los demás.

4.- Concluya las cosas pendientes, las situaciones inconclusas:

Me refiero a todas aquellas tareas sin terminar, llamadas sin hacer, conversaciones sin resolver, etc. que están siempre presentes en algún lugar de nuestra conciencia sin darnos paz.

5.- Procure evitar las demandas internas innecesarias y las externas que también lo agobian.

Los “tú deberías” o “yo tengo que” constituyen una larga lista que nos quita también la paz y el sueño. Yo sugeriría hacer una lista de todas estas demandas y tachar con mucho placer las que no tienen sentido o las que son menos importantes que su serenidad y tranquilidad.

6.- Asuma plena responsabilidad sobre su salud y su vida:

Hágase cargo que si usted no se cuida nadie más es responsable, que si otros lo invaden o lo utilizan, usted lo está permitiendo.

Tome conciencia que en la medida que usted es demasiado “eficiente”, o demasiado “generoso”, puede perder la sensibilidad consigo mismo, siendo “poco eficiente” y “poco generoso” para cuidarse.

7.- Sea agradecido de la vida:

¿Ha pensado en todo lo gratuito que tenemos en la vida? ¿ha pensado en toda esa riqueza que no tiene que ver con los supermercados, ni con los centros comerciales, ni con tener altos ingresos?

Me refiero al estar vivos, a la naturaleza, al aire que respiramos (que aunque a veces está contaminado, igual nos permite vivir), al sol que nos calienta, a nuestras riquezas internas, al cariño que recibimos, nuestra sensibilidad, nuestros sentidos y tantas otras cosas. Sin embargo, a menudo nos preocupamos y reclamamos por lo que nos falta, en vez de agradecer lo que nos sobra.

Es sano y da una sensación de bienestar infinito el despertar cada mañana y tomar conciencia de nuestras riquezas gratuitas, así como agradecerlas antes de dormirnos. Además, son éstas las que más tenemos que cuidar : nuestra salud, nuestra paz, nuestros afectos y nuestra vida.

8.- Sea alegre y espontáneo/a:

Se nos olvidó ser niños y hemos perdido la risa fácil, la ingenuidad, la capacidad de juego, la “chacota”, la espontaneidad y la alegría.

Más de alguien pensará: “No tengo de qué reírme”. Si no lo tiene es su responsabilidad inventarlo y descubrirlo. Si su vida es aburrida y gris, vea la forma de transformarla y darle brillo, nadie lo va a hacer por usted.

9.- Sea creativo/a y saque al artista que tiene dentro:

Todos somos capaces de crear, pero hemos nacido en una cultura donde sólo es aceptado el que se acerca a Neruda o a Chopin. Sin embargo, la creatividad puede desarrollarse porque potencialmente siempre está ahí, todos somos “artistas”, porque el arte es una forma de búsqueda espiritual, superación y autorrealización. La creación musical, la pintura, la escultura, la poesía, etc. son formas de expresión y crecimiento personal que no están limitadas a un cierto número o tipo de personas.

10.- Haga ejercicio y aprenda a relajarse:

El ejercicio nos mantiene juveniles y vivos, sin hablar de sus múltiples beneficios en la salud general.

La relajación es una forma de “parar y cargar pilas” y una condición fundamental para un buen enfrentamiento al estrés.

El tipo de ejercicio debe ser placentero y entusiasmador y no “una tarea más” que hay que realizar, porque eso significará voluntad y tensión para realizarlo.

Existen muchos tipos de relajación y todos son beneficiosos; cada persona debe encontrar la forma que más le acomode e incorporarla como una rutina cotidiana.

Entre los más conocidos están el yoga, la meditación, la imaginería y la relajación muscular.

11.- Use el lenguaje del cuerpo para identificar situaciones que lo ponen tenso y aprenda a descansar adecuadamente. Sepa lentificarse y no se automatice en un eterno apuro. Dése tiempo para usted y disfrútelo.

12.- Trate de vivir en el presente, no gaste energías pensando en lo que fue o será. Este minuto que usted está viviendo no va a volver.

A veces, cuando el presente no nos gusta o nos asusta, tendemos a fugarnos hacia el futuro o el pasado, sin embargo, lo sano es el enfrentamiento a la realidad.

Otro aspecto fundamental que vale la pena mencionar en cómo se relacionan las actitudes psicológicas y la salud personal, se refiere a los nuevos roles que debe asumir el adulto mayor en la familia y la sociedad.

Es la época de aprender a ser abuelos y de relacionarse con la familia con nuevas responsabilidades; la mayoría de las veces, ya pasaron los años de máximo esfuerzo para invertir en una familia, sacar adelante a los hijos y crear una seguridad económica.

Esto puede interpretarse erróneamente como un tiempo pasivo, en declinación, inútil. Sin embargo, se trata de un tiempo que yo llamo “de celebración”. Llegó el momento de cosechar lo sembrado, de disfrutar, de crear, de vivir realmente.

Robert Browing decía: “Envejece conmigo”; lo mejor está por venir, el final de la vida para lo cual el comienzo fue creado”.

Hay muchos ejemplos de personas notables cuya obra, después de los 50 años, fue especialmente destacada:

Laplace trabajó en su astronomía hasta que murió a los 70, exclamando: “Lo que sabemos es nada, lo que no sabemos es inmenso”.

John Milton escribió los 10 volúmenes del “Paraíso Perdido” a los 57, 13 años después de quedar ciego, luego a los 63 escribió “Paraíso vuelto a ganar” y a los 66 agregó dos volúmenes al “Paraíso Perdido”.

Beethoven compuso la 9ª Sinfonía después de quedar sordo en su 5ta década. Por su parte Goethe escribió “Fausto” a los 83 años y Tiziano pintó hasta su muerte después de los 80.

En este tiempo “de celebración” se establecen nuevos vínculos, que pueden ser más abiertos, honestos y profundos. Se celebra la vida, el camino que se ha hecho al andar, las experiencias, las caídas y lo que hemos aprendido de ellas.

Es deseable aprender a vivir intensamente los momentos de soledad, transformándolos en momentos creativos, de especial sensibilidad. Pasó el tiempo de los apuros, del no tener tiempo para nada; ahora todo se puede hacer gozándolo intensamente y, además, mucho más que antes podemos “elegir” el qué hacer.

Como nuestra sociedad y nuestra cultura ven al adulto mayor como sinónimo de decaimiento, inutilidad y dependencia, comenzamos a identificarnos con ese papel.

Como dice Malcolm Cowley “Empezamos a hacernos viejos a los ojos de los otros, luego lentamente compartimos su juicio” (3).

Sin embargo, el hacernos viejos es una actitud interna que va a repercutir sobre nuestra salud, al extremo de convertirnos en viejos.

Por ejemplo, socialmente se piensa que el sexo y la pasión en los viejos es de mal gusto. Sin embargo, el sexo no sólo puede sino que ojalá esté presente en las últimas décadas. No hay ninguna razón para que no sea así, y los efectos están relacionados con una especial vitalidad y placer de vivir.

Según Anne Morrow Lindbergh, autora de “El Don del Mar”, después de la experiencia de criar a los hijos y cuando estos dejan la casa, nos enfrentamos a la época de soledad que suele venir acompañada de un cierto pánico. Ella lo expresa como necesidad de una total reorientación de la vida, la búsqueda para encontrar el nuevo centro de gravedad.

Toda la autoexploración realizada en los años previos se recompensa en esta etapa; establecer nuevos roles sumado al hecho de encontrarse consigo misma/o y no tener niños ni adolescentes cerca, suele crear una situación de incertidumbre que solo con cariño y paciencia se puede cruzar exitosamente (4).

La vejez, como toda etapa de la vida, requiere hacerse cargo de las pérdidas y la única forma sana de hacerlo es asumiéndolas directamente.

Cada vez que crecemos perdemos algo; son pérdidas necesarias para cruzar distintas etapas de la vida. Sin embargo, en nuestra cultura tendemos a evadir los procesos de pérdida y el sufrimiento que éstos conllevan.

Como señala J. Viorst, “cuando nos referimos a pérdidas, pensamos en la pérdida por la muerte de las personas a quienes queremos. Pero la pérdida es mucho más que eso, ya que perdemos, no sólo a través de la muerte, sino también porque dejamos y nos dejan, perdemos por los cambios, porque dejamos ir y crecemos” (3).

A través del tiempo aprendemos dolorosamente que no tenemos poder para protegernos y proteger a otros del dolor, del proceso de envejecimiento, ni tampoco de la muerte.

El aceptar nuestras pérdidas y cruzar a través del sufrimiento que ellas provocan, haciendo uso de nuestros recursos internos, nos permitirá vivir sanamente, con una clara visión de la realidad y una perspectiva real de la vida.

Bibliografía:
1.- “El Punto Crucial” F. Capra Ed. Estaciones 1992.
2.- “Yo (no) quiero Tener Cáncer” J. Middleton Ed. Grijalbo 1996.
3.- “Necessary Losses” J. Viorst Fawett Gold Medal 1987.
4.- “Gift from the Sea” A. M. Lindbergh Vintage Books Ed. 1991.

Volver arriba

---    Home   ---


Quiero ser una persona más sana

Jennifer Middleton, Psic.Clín.

Ofrecemos una gama amplia de herramientas para mejorar la salud, herramientas que van de lo más simple y concreto, como alimentación adecuada y ejercicio, hasta cosas más complejas y profundas, como integración emotiva, autonomía personal y realización de sentido de vida.

Semana a semana le acompañamos en su camino de conquista de más salud. Le estimulamos comprensivamente a:
- impedir la auto-postergación, la frustración y el agobio;
- valorar sus emociones, anhelos y necesidades personales;
- evaluar opciones de auto-cuidado y llevar a la práctica las acciones necesarias;
- expresar lo propio con claridad y seguridad;
- tomar las decisiones importantes de su vida;
- reflexionar sobre lo que le es válido y lo que no; y a
- encontrar su sentido de vida y a realizarlo.

Tome contacto con nosotros y verifique si lo que ofrecemos es lo que usted necesita. Tal vez encuentra usted con nosotros la puerta hacia cambios fundamentales en el cuidado de su salud y con ello una vida más plena y auto-realizada.

Volver arriba

---    Home   ---


Los inicios del cambio

Jens Bücher, Ing.Com.
Fellow, American Institute of Stress

La persona que acude al Centro de Desarrollo de la Persona CDP habitualmente es una persona que está pasando un mal momento, ya sea porque está en crisis de algún tipo (personal, familiar, de pareja, profesional) o porque está enferma, y busca apoyo psicológico, una ayuda para salir de esta crisis o de esta situación de salud comprometida. Y desde luego, quienes trabajamos en el CDP queremos prestar esta ayuda - de la mejor manera posible.

Esta ayuda pretende ir más allá de los signos externos que trajo a la persona al CDP. Es nuestra costumbre ver estos signos como señas de problemas subyacentes más extendidos y frecuentes. Junto a la persona buscamos los factores que llevaron a la crisis, o a la enfermedad, para ver si esto es realmente cierto, si hay factores que conviene solucionar antes de seguir el camino. De esta manera queremos eludir la corrección superficial de la situación actual, y proveer de criterios y aptitudes amplios y profundos para la solución efectiva del problema, útiles también a mediano y largo plazo.

Pero criterios y aptitudes por sí no solucionan nada: es necesario comprometerse con acciones concretas, con cambios de prioridades, con rutinas distintas a las habituales - algo que no pueden hacer las psicólogas por la persona sino debe ella asumir la responsabilidad por realizarlas.

Hay personas que asumen esta responsabilidad por efectuar realmente los cambios necesarios. Con placer enfrentan las dificultades nuevas, reservan tiempo para prácticas y ejercicios, anotan vivencias importantes, leen, indagan, preguntan, amplían sus conocimientos, se ponen en contacto con otras personas, se mueven, cambian sus vidas en lo que se muestre necesario - todo con la meta de salir efectivamente de la situación de crisis o de enfermedad.

Y hay personas que no asumen esta responsabilidad, este compromiso para bien de ellas mismas. Dilatan. Viajan. Fallan a las sesiones. No hacen ejercicios terapéuticos, dicen no tener tiempo para hacerlos, llegué tarde del festejo familiar, tengo mucho trabajo. A veces con un cáncer avanzado, o con otro diagnóstico grave, con evidencias claras frente a sus ojos, con familiares desesperados. Me hace bien venir a conversar contigo pero no me pidas más.

La desidia de estas personas constituye el límite a nuestros esfuerzos. No se puede obligar a alguien a hacer cosas - además no tiene sentido: lo que buscamos es una conversión interna a favor de ellas mismas y en detrimento de intereses ajenos a sus intereses naturales, sean estos culturales, sociales, económicos, de prestigio, profesionales o cualesquiera otros. El anhelo obvio nuestro de querer ver a la persona cuidarse, preservar su salud y su vida se quiebra ante esta comodidad suicida. La persona se siente a gusto en la "zona de confort" en que ha vivido, y el hecho que esta zona de confort de alguna manera significativa es el origen mismo de su crisis parece no importarle. Ante nuestros ojos se despliega entonces un creciente deterioro, proceso sobre el cual dolorosamente sentimos no tenemos potestad para cambiar. Quod natura non dat, CDP non prestat.

En el inicio de todo cambio efectivo hay una visión, una esperanza, una osadía, una apuesta - y los cambios positivos posteriores son sólo consecuencia de ellas. En las personas que asumen riesgo e incomodidad, hacen camino hacia lo desconocido dentro de ellas mismas, actúan, ejercitan y cambian muchas cosas, vemos correspondidos nuestros propios esfuerzos en bien de ellas, el sentido último de nuestra actividad de apoyo y ayuda.


Volver arriba

---    Home   ---


Historial Diario

Destrezas Anti-Cáncer
Jens Bücher, Ing.Com.
Fellow, American Institute of Stress

Día: ____________ Mes: ___________ Año: ________


Alimentación, nutrientes, complementos:    nada         casi nada   mediano   bien      
agua pura
verduras crudas
fruta fresca
soya (leche, tofu, carne, natural)
té verde (1.5 lt)
ajo
aceite de pescado (3 gr)
granos (trigo, avena, etc)
legumbres (arvejas, lentejas, habas, etc)
crucíferas (brócoli, coliflor, bruselas)
tés y decoctos purificadores
vitamina E (100 IU)
vitamina C (2 gr)
vitamina D (400 IU)
selenio (200mg)
des-intoxicantes específicos
limón
jengibre
aceite oliva virgen
tés de hierbas
 
Otros: mucho un poco casi nada nada
azúcar, endulzantes
carnes rojas
leche, productos lácteos
aceites de cocina
grasas animales
té, café
alimentos preparados
bebidas preparadas
 
Acciones: nada casi nada mediano bien
ejercicio (caminar, correr, subir, bailar)
yoga
bajo peso, sobrepeso
alimentación bajas calorías
relajación
respiración abdominal
meditación
integración emotiva
revisión de prioridades internas
representación autónoma de lo propio
desarrollo de sentido de vida
agradecimiento
expresión de sí (diario, arte, cartas)
vivencia de libertad interna
reflexión
realización de proyecto de vida
familia
amigos
redes sociales
sentido de placer
trabajo hogar
trabajo externo
deporte
juegos, chacota
acciones generosas
inmersión en la naturaleza
respirar aire limpio
espiritualidad
asombro


Volver arriba

---    Home   ---